La chica salvaje

“—Sabes leer, Kya. Ya no habrá un tiempo en que no sepas leer.
—No es solo eso —murmuró ella, casi en un susurro—. Es que no sabía que las palabras pudieran contener tanto. No sabía que una frase pudiera estar tan llena.
Él sonrió.
—Es una buena frase. No todas las palabras tienen tanto contenido”.

La chica salvaje nos cuenta la historia de una joven que debe aprender a cuidarse sola desde su más tierna infancia. Casi todo el mundo la abandona, sólo le queda la marisma.

“Kya puso la mano en la tierra húmeda y vital, y la marisma se convirtió en su madre”.
Así aprende a sobrevivir, conectada con la naturaleza en un lugar hostil, con apenas contacto con la civilización del cercano pueblo de Barkley Cove, en el que todos la conocen y la evitan.

“A Kya le bastaba con ser una parte de esa secuencia natural tan constante como las mareas. Estaba conectada al planeta y a su vida como lo están pocas personas. Enraizada en esa tierra. Nacida de esa madre”.

Hace suya la soledad, se protege de los demás envolviéndose en un halo de rareza, que la va construyendo como persona a lo largo de los años.

“La soledad se había convertido en un apéndice natural de Kya, como un brazo”.

Pero un día algo lo cambia todo y se ve envuelta en un proceso judicial, sacada de su ambiente, acusada de un crimen que nadie sabe quién cometió.

He escuchado la novela en Nextory y me parece una historia muy apropiada para eso. Me ha acompañado en largos viajes en coche y es fácil de seguir. Su lenguaje es poético y me ha dado ganas de ver en persona la belleza de un lugar tan inhóspito como una marisma.

Nos habla de lo diferente, de cómo la sociedad rechaza aquello que no comprende a pesar de que los pasos que Kya da en su vida son gigantes, sin apenas ayuda de ningún tipo. ¿Por qué no somos capaces de reconocer el esfuerzo y el mérito de los que son diferentes a nosotros?

“¿Excluimos a la señorita Clark porque era diferente, o era diferente porque la excluimos?”