La chica salvaje

Como muchos lo han descrito: este libro es una oda a la soledad y a la naturaleza, pero no a una soledad agotadora y que ahoga, sino una que hace crecer a la protagonista, a instarla a dejar de pensar en por qué todos la han abandonado y a seguir su propio camino, a crearse su propio camino, ella sola, aunque el resto del pueblo la rechacen, la llamen con nombres extraños y la miren de reojo sin acercarse demasiado. Solo unos pocos deciden querer comprenderla y aceptarla, demasiado pocos para que Kya quiera vivir en sociedad, para que intente instaurarse en su vida y ser una más, porque sabe que no la aceptarán, que siempre seguirá siendo la chica salvaje, sin más.

Aunque he leído varias veces que la prosa de esta historia es lírica y bonita... yo no lo he sentido así. Es decir, es sencilla y fácil de leer, pero no he visto en ella un algo que me hiciera empaparme de sus párrafos, de encontrar frases melódicas ni nada así. Además de que, como la historia no tiene mucha trama, en la mayoría de ocasiones, a pesar de su sencillez, no me instaba a seguir leyendo, especialmente me costó avanzar la primera mitad, me tropezaba constantemente con la falta de sucesos que me interesaran, dando vueltas por la vida de la protagonista, de verla crecer y verla conocer a más personas, de su forma de relacionarse con algunos de ellos: a ratos a la defensiva y a ratos queriendo confiar una vez más.

La segunda mitad la he disfrutado bastante más, especialmente porque se le da un hilo conductor y la historia avanza de una manera más interesante, dándome ganas de seguir conociendo para llegar a su desenlace. El cual me ha parecido el broche de oro para este libro y para la vida de la chica salvaje, creo que la autora no podría haberlo hecho mejor.