Al principio, todo era oscuridad. Erik Vogler abrió los ojos aturdido. ¿Dónde estaba? Alguien le había golpeado la cabeza y lo había dejado inconsciente. ¿Qué había ocurrido después? Intentó llevarse la mano izquierda a la frente, justo al lugar donde había surgido aquel tremendo chichón del tamaño de una ciruela. Al hacerlo, sintió un brazo helado junto a él y se quedó paralizado. Luego, escuchó una respiración profunda a escasos centímetros de su rostro
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