Rebelión en la granja

Poco queda que decir de esta maravillosa fábula satírica. Orwell fue un visionario que supo adivinar, en el mismo momento que estaba sucediendo, la trampa que escondía el nuevo movimiento político que se estaba poniendo de moda en Europa, que no era más que el comunismo. Que disfrazaba un totalitarismo feroz detrás de una máscara de socialismo revolucionario que liberaría a los trabajadores del puño opresor de las monarquías y autarquías de la época.

Con una simpleza atronadora, traslada a todos los personajes de la época de una Rusia que parecía emerger como nueva potencia mundial, a animales de una granja en la que se muestra cómo las ideas, de cualquier índole, no son malas de por sí. Es el ser humano, con su avaricia, sus ansias de poder, sus engaños y sus ponzoñas, el que las envenena y las hace horribles.

Es muy fácil para nosotros, a toro pasado, darnos cuenta de los errores y las cosas malas que trajo consigo todo aquél momento en Europa. Pero haberlo adivinado y expresado de una manera tan sencilla a través de un cuento que hasta los niños de la época lo hubieran entendido, es lo que hace mágico y maravilloso al señor Orwell.