1984

Son muchos los análisis que se han realizado alrededor de esta obra desde su construcción literaria, sus razonamientos políticos, sus componentes antropológicos, su carácter psicológico que resulta casi imposible decir algo novedoso sobre ella desde cualquier ámbito de la academia, resultando en algunos casos más satisfactorio hablar desde la pasión propia de cada lector al encontrarse frente a un texto de carácter distópico, que de manera premonitoria pudo plantear tantas situaciones futuras, que hoy vivimos y a pesar de la advertencia no logramos transformar o huir de ellas.
Es 1984 uno de mis libros favoritos, al cual regreso con pasión y entusiasmo para entender un poco más de los acontecimientos que nos entrega el autor mezclando su experiencia, sus aficiones y pasiones para crear este nuevo régimen totalitarista en el que el domino del hombre como especie está sujeto a una larga cadena de mentiras por quienes ostentan el poder, sumiendo al pueblo en la ignorancia al modificar los estamentos educativos, el manejo del lenguaje, la libertad a la intimidad y la posibilidad de soñar.
Desde el inicio del relato la historia no va bien para sus protagonistas y su final es consecuente con el temerario reto que representa soñar en una sociedad en la que los ojos y oídos de una figura omnipotente y omnipresente creada por el mismo hombre, nombrada como El Gran Hermano, es amo, señor y dueño de los destinos aunque su historia sea cambiante, nadie lo reconozca y nunca nadie haya visto a su enemigo, figura receptora del odio que se incuba en la población por las limitantes de sus vidas y que necesita escapar de alguna forma.
En esta historia el amor solo es un placebo para el dolor, el lenguaje una deformación de la conciencia, la historia un elemento maleable que puede ser transformada a voluntad y la capacidad de soportar el dolor solo un camino de tránsito para ser quebrado cuantas veces sea necesario.