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Esta reseña contiene spoilers. Un precioso libro con un estilo que alterna lo cotidiano y lo sublime, con preciosos símiles y mucha poesía. Hekla, escritora con nombre de volcán, es amiga de Jon Johnsson, un joven gay. Son los años 60 y los dos se escapan del pueblo para mudarse a Rejkjiavik en un intento de encontrar su lugar en un mundo discriminatorio. Se hace una comparación entre la discriminación sexual y la racial. Ambos viven en los márgenes con las migajas que les deja su entorno. A lo largo de las páginas conocemos a otras mujeres atrapadas en el sistema: casadas y pariendo hijos (incluso la gata que adoptan Hekla y su amigo está preñada). Ninguna tiene esperanzas de un futuro mejor. La madre del poeta ni siquiera tiene voz. Lo necesita a él para articular las palabras en su nombre. Su amiga, también poeta, se identifica con Sylvia Plath, y todas ellas quisieran estar en otro lugar y miran hacia más allá del mar, al horizonte que en él se dibuja. Hekla, que quiere publicar, solo encuentra el acoso masculino y la oferta para presentarse al concurso de Miss Islandia (Miss Aurora Boreal), oferta que rechaza una y otra vez. Hekla mantiene una relación con un joven, al que al principio conocemos como el poeta, pero a medida que lo conocemos, se va llamando cada vez más por su nombre Starka∂ur porque la envidia que siente cuando descubre que Hekla escribe y tiene talento, lo hace cada vez menos poeta a él y a sus amigos intelectuales. Al final, su amigo emigra a Dinamarca y consigue pagarle el viaje a Hekla para que también ella escape de una vida que no es la suya porque no la deja ser lo que es. Mientras Martin Luther King es galardonado con el Premio Nobel de la Paz, ellos tampoco encuentran su sitio allí. La vecina hasta se queja del ruido que hace la máquina de escribir. Se casan para poder ser más libres y viajan hacia el sur, recorriendo el sentido contrario de las aves migratorias porque luchan contracorriente, pero la protagonista tiene que pedirle a su ex novio que publique su novela porque ella como mujer no puede. Un libro con una ambientación muy poética llena de miradas furtivas y un cariño infinito que me recuerda a Han Kang y Murakami. |
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