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Me he dejado llevar por este diseño de portada y de libro tan espectacular. Ni siquiera leí la sinopsis cuando lo cogí, me deje llevar y doy mil gracias a mi instinto. No me falló esta vez. Tiffy y Leon comparten cama. Tiffy y Leon no se conocen. Tiffy es un desastre encantador. Leon es especial y reservado. ¿Qué puede pasar en el momento en que los dos compartan cama sin conocerse? Una bolsa llena de bufandas, los mil millones de libros con títulos extraños de Tiffy, una lámpara de lava de los 90, una manta extrañamente fea e hipnótica y un lado de la cama para cada uno; recetas compartidas y notas pegadas por toda la casa. Ella usa el piso por las noches y él por las mañanas. Sencillo, ¿no? Os aseguro que hacía mucho tiempo que una historia no me atrapa de esta manera. La forma de la autora de meternos de lleno en el mundo un poco desastroso y estrambótico de Tiffy; en la vida complicada y solitaria de Leon. Como la sinopsis dice, ellos se comunican por notas y qué notas. Empiezan por ser cortas y directas, para pasar a ser el tercer personaje de esta novela. Esperaba cada capítulo para leer alguna de esos divertidos trozos de papel de Tiffy y ver cómo Leon ponía los ojos en blanco con la respuesta. Os hablaría de mil millones de detalles más, pero es una historia que merece mucho la pena ser descubierta y saborearla-devorarla en cuestión de horas. Así que me parece que ahora mismo encabeza el top de las mejores lecturas de este 2019. Ahora mismo es el top 1. Beth O'Leary, gracias por crear el mundo de Tiffy, Leon y sus notas. |
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