1794

Hoy os traigo la reseña de la tan esperada continuación de 1793, que hace poco reseñé y que me encantó.
La primera entrega, como ya os comenté, podría haber sido autoconclusiva pero había historias que se podían exprimir. En este, algunas de esas historias siguen, y conocemos más a fondo a alguno de los personajes.
El autor mantiene el mismo estilo que me enamoró en 1793, una narración tan bien descrita que te mete de lleno en la historia. Es imposible no poner cara de asco cuando describe esas letrinas llenas a la espera que lleguen los encargados de retirarlas con las barcazas... o de esas tabernas con suelo de serrín empapado en orines, donde se reúnen los hombres sudorosos con la ropa llena de vómito de días anteriores. Es imposible que no se te remueva el estómago ante tales descripciones.
El libro sigue la estructura de su antecesor, dividido en cuatro partes coincidiendo con las estaciones del año. En cada una de ellas se narra una historia independiente y en la última todas se conectan.
No todo el libro transcurre en Estocolmo, en la primera parte conoceremos la vida en San Bartolomé, una isla del Caribe colonia de Suecia. Allí viviremos en primera persona el drama de la esclavitud (por si no tuviéramos bastante con la dura vida de Estocolmo). A mí parecer, esta parte podría haber dado más juego, en la medida que se podía haber estirado más, pero claro, no hubiera sido entonces una continuación de 1793.
Hay dos personajes que destacan por encima de todos y son Anna Stina y Mickel Cardell. Personajes que el destino quiere deshacerse de ellos continuamente y su naturaleza hace que salgan más fuertes de cada envite.
Por ponerle un único pero al libro, su final. Este libro ya ha sido pensado para tener continuación y el final es abierto... abierto no, sin acabar... y tendremos que esperar hasta 2023 para poder saber lo que pasa con los personajes en 1795.