Más allá de ser la protagonista esencial de la novela y del cuadro, Madeleine no se siente importante. Así le cuenta la historia de su vida, a una niña, para desilusionarla de insistir con pedir de regalo de cumpleaños, un viaje a París. Y esa historia, multiplicada por tres, una de ellas a casi cien años de distancia, nos ambienta en la dura realidad de las mujeres a finales del S. XIX y principios del XX. La vida alegre de la noche parisina, contra el triste despertar del maltrato a manos de hombres que se creen superiores. El retrato vívido del buen pasar de las familias acomodadas y el sacrificio de la subsistencia de los pobres. La autora nos permite acompañarla por situaciones límite, sobre todo hacia el final y recapacitar por qué el amor hace indefensas a mujeres poderosas interiormente, si bien por último las aguas se encauzan. No faltan los momentos de desinteresada ayuda entre amigos, de parte de artistas, y hasta de una subsersiva que va abriendo caminos del despertar de género. |