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Crítica de Ferrer


Ferrer
08 June 2019
Cada nuevo libro de Andrés Neuman Galán es una celebración para el lector, porque estamos ante uno de los escritores más interesantes del panorama internacional. Sus primeros pasos fueron con Bariloche (1999), finalista del cotizado Premio Herralde, y recientemente, después de ser incluido en la lista de escritores Bogota39 del Festival Hay, nos ofrece Fractura, que ha publicado Alfaguara.
Yoshie Watanabe, el protagonista, es maniático, coleccionista de banjos, de modesta estatura, de extremidades flacas y pálidas, educado en un budismo sin ortodoxias, de vida nómada y se pregunta qué hace con sus cicatrices, qué hace con su pasado, porque es un doble superviviente de la tragedia atómica del 6 de agosto en Hiroshima, donde pierde a su padre, y del 9 de agosto en Nagasaki (1945), donde pierde a su madre y hermanos. En la primera se salvó por casualidad y en la segunda bomba no estuvo en el lugar de la desgracia por perder un tren, es la culpa del que sobrevivió porque no estuvo. Son dos formas de dolor, por presencia y por ausencia. “Cuando piensa en sus lazos con Hiroshima y Nagasaki, el señor Watanabe tiene la sensación de haber muerto dos veces y haber nacido tres” afirma el narrador omnisciente, porque para Watanabe el pasado es una “carcoma amable del presente”.
Y de Hiroshima a Fukushima, puesto que este último desastre nuclear también trastoca su vida de jubilado, en Tokio, casi encerrado en sí mismo, acompañado por sus silencios. Neuman tiene fascinación por la literatura japonesa y no habla de un Japón tradicional, sino de un Japón cosmopolita y ese es el que nos encontramos al inicio de la narración, porque la narración (mayoritariamente una voz omnisciente) se organiza por medio de numerosas analepsis.
La novela es como una onda expansiva, con el epicentro en el terremoto de Fukushima y se mueve con la velocidad de esa onda expansiva por la Francia de la posguerra, el Nueva York contracultural y mestizo de los 70 con el auge del feminismo y el escándalo del Watergate (con una crítica velada al actual presidente Trump inclusive), la Argentina tras la dictadura y la España de la Expo 92 de Sevilla y en todos estos lugares se establece una dialéctica entre recuerdo y olvido. El protagonista es feliz en París hasta que la ciudad se le cae encima, admira a EE. UU. a pesar de ser el país que le agredió y establece una relación de amor/odio con él, en Argentina se divierte mucho y vive en una montaña rusa con cambios de moneda desesperantes y constantes y en España se jubila. Watanabe aterriza en Nueva York para vivir Vietman y en Buenos Aires para vivir el conflicto de las Malvinas. Watanabe, lector de Chéjov, trabaja en una gran multinacional de tecnología audiovisual y esa profesión es la que le permite a Neuman justificar esas cuatro estancias en el extranjero.
La narración sigue al protagonista (que comparte apellido con el poeta peruano de raíces japonesas José Watanabe) desde su infancia hasta su senectud y en cada uno de los cuatro países vive una historia de amor, que ejemplifican las fases del amor: el primer amor es en París con una estudiante, la primera relación seria es en Nueva York y con la viuda Carmen es el más conmovedor, un “amor otoñal con un nuevo calor”. Con todas ellas no hay la misma relación con el sexo ni la misma comunicación de la pareja y nos ofrece un mosaico de identidades culturales. Igualmente, por medio de esas cuatro mujeres, cuya personalidad está trazada con bisturí, conocemos al protagonista, diferentes puntos de vista para completar su retrato, un rompecabezas de testimonios ajenos en diferentes lugares y en diferentes momentos hasta el punto de que la versión de los hechos se convierte en una labor colectiva, porque cada versión se enriquece de las demás en lo que es un contraste narrativo.
Este Watanabe es un protagonista migratorio que se va refundando con cada mujer, que son quienes hablan en primera persona y que con sus recuerdos se caracterizan a sí mismas y perfilan a Watanabe, sin olvidar un poso crítico (desde un punto de vista femenino) con las políticas internacionales de energía nuclear, con el comportamiento de la sociedad japonesa, con el negocio político del anticomunismo, con la especulación inmobiliaria, que saca a relucir los problemas sociales más evidentes, los que afectan a la línea de flotación de los ciudadanos, los dilemas que atenazan a los hombres y mujeres de a pie, las angustias y las indignaciones reprimidas en silencio. Culpa y olvido, sarcasmo y trascendencia. Las cuatro mujeres argumentan sobre la energía atómica y los devaneos de los políticos en defensa de su uso sin contemplar los graves riesgos. Si en Patria del español Fernando Aramburu, la novela de 2017 en España, se muestra la cara oculta de las víctimas del conflicto vasco, en esta novela se saca a relucir a los derrotados japoneses que superaron las agresiones nucleares, a las víctimas sin consuelo.
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