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Crítica de Guille63


Guille63
09 April 2023
“Te quería. Era un monstruo pentápodo, pero te quería. Era despreciable y brutal, y depravado y cuanto podía imaginarse, mais je t'aimais, je t'aimais! Y había momentos en que sabía cuanto pasaba por ti, y saberlo era el infierno, mi pequeña Dolita, aguerrida Dolly Schiller.”

Quizá este parrafito en las páginas finales de la novela contenga la razón principal en la que se sustentan los ataques que ha recibido este libro desde su publicación y que se han reactivado en los últimos tiempos. Aparte de las críticas puritanas a la obscenidad de la narración (más preocupadas, creo yo, por las escenas “afrodisiacas”, por muy elegantemente que estén narradas, que por el hecho de que el objeto sexual sea una niña), los ataques más virulentos vienen por considerar a “Lolita” como una historia de amor.

Sea o no susceptible de ser definido como amor lo que Humbert Humbet siente (nadie sabe realmente qué es el amor, cuáles son sus límites o en qué se diferencia de otros sentimientos o fiebres varias, de ahí que el tema sea inagotable), “Lolita” es por encima de todo la historia de una obsesión de un pederasta que, a pesar de su intento constante de quitar hierro a sus acciones o de justificarlas, es muy consciente del mal que ha provocado en su víctima, tal y como se recoge en la cita que encabeza mi comentario o en la que a continuación recojo.

“A menos que se me pruebe —a mí tal como soy ahora, con mi corazón y mi barba y mi putrefacción— que en el infinito no importa un comino que una niña norteamericana llamada Dolores Haze haya sido privada de su niñez por un maniático, a menos que se me pruebe eso (y si tal cosa es posible, la vida es una broma), no concibo para tratar mi miseria sino el paliativo melancólico y demasiado local del arte anticuado.”

Debemos tener siempre presente que la novela es una confesión cuyo principal objetivo es la justificación de los hechos o, al menos, su explicación. Sería del todo incongruente que HH se declarara culpable de todas las acusaciones. Si aun así aparecen estos textos se debe al conflicto que se resume en la siguiente cita:

“No he hecho más que seguir a la naturaleza. Soy el fiel sabueso de la naturaleza. ¿Por qué, entonces, este horror del que no logro desprenderme?”

Si con la razón intenta descargarse de culpa, con el corazón siente su culpabilidad. Aunque ese peso que le oprime no le impide seguir atormentando a la niña, intenta autoconvencerse de que en el fondo sus intenciones son buenas, que por encima de todo intenta conservar la inocencia de Lo. En este intento exculpatorio, no podemos olvidar que HH es un claro caso clínico de pedofilia y que ha pasado por varios establecimientos psiquiátricos.

“… es muy posible que la atracción misma que ejerce sobre mí la inmadurez reside no tanto en la limpidez de la belleza infantil, inmaculada, prohibida, cuanto en la seguridad de una situación en que perfecciones infinitas cierran el abismo entre lo poco concedido y lo mucho prometido...”

Otro hecho por el que se critica a la novela es por blanquear la imagen mítica de la Lolita provocadora a la que los hombres adultos son incapaces de resistirse. Por un lado, la novela no es culpable de la imagen de la Lolita erotizada que ha trascendido. En la novela, Lolita es una niña de doce años, sin desarrollar físicamente (condición indispensable para la atracción que sienten los pedófilos) y que si bien puede poseer una sexualidad precoz, es una preadolescente sin el desarrollo completo de sus capacidades intelectuales y emocionales, por lo que toda la responsabilidad de los abusos recae en el adulto, hecho que en ningún momento intenta esquivar la novela, más bien todo lo contrario.

“… no era ella misma, sino mi propia creación, otra Lolita fantástica, acaso más real que Lolita. Una Lolita que flotaba entre ella y yo, sin voluntad ni conciencia, sin vida propia.”

No falta quién ve en la novela una manifestación más del machismo y de la visión patriarcal de las relaciones hombre-mujer (objeciones que se resumen en el artículo de Laura Freixas publicado en El País “¿Qué hacemos con ‘Lolita'?, léanlo, no tiene desperdicio). Espero que nadie se moleste si confieso que a mí me parecen grotescas afirmaciones tales como que la novela “Está escrita de tal modo que consigue hacernos olvidar que está mal violar niñas”, o que se tomen en serio las manifestaciones del obsesivo y enfermo HH sobre “cualquier mujer no sometida” o que se le eche en cara al autor que la novela sea estéticamente bella o que HH sea culto, apuesto y “seductor” (a mí me parece, además de todo lo dicho, un ser patético, cursi y pedante, pero en gustos…) y hasta se nos acusa a los que defendemos la novela de olvidar “que el mundo está lleno no solo de Humberts, sino de Lolitas: de niñas y mujeres maltratadas y violadas”.

En fin, “Lolita” es una gran novela y si no le he dado la quinta estrella es porque la parte central en la que se narra el peregrinaje de Humbert y Lolita por medio país me ha parecido largo en exceso sin encontrar razón alguna que justifique tal despliegue.
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