La cuestión intrigante en Lolita es que no podemos ver a HH como un caso aislado de hombre. El hecho existente de una normalización de ciertas formas de ver el mundo no escapan de ninguna profesión, clase social o habitus cultural. HH no es una situación particular sino una normalidad invisible, a la que hemos volteado el rostro, que nos sorprende en sus páginas pero no en nuestro entorno. Simplemente, Nabokov nos muestra de una forma exasperante, y por demás hermosa, las vicisitudes entre la sustancia y la forma. La historia es cruda innegable, real, abrumadora, incluso con hedor a vómito para unos cuantos, pero la forma en que está escrita, el estilo sublime que su autor ha alcanzado es para no separar los ojos hasta el final.
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