La dependienta

Furukura es una treintañera que no encaja en la sociedad. Trabaja en una konbini, una típica tienda abierta 24 horas en la que se vende de todo, y está a gusto en su cargo de dependienta pese a tener estudios universitarios. No aspira a nada más: no tiene ni quiere pareja, no tiene ni quiere hijos, no tiene ni quiere un trabajo mejor... Parece que sólo quiere subsistir.

Sabe cómo comportarse en la tienda porque hay un manual del trabajador que le dice qué debe decir y qué debe hacer. Pero la vida no tiene instrucciones, y lo que su entorno considera "normal" ella no es capaz de comprenderlo.

Su hermana a veces actúa de puente entre ella y el mundo, pero en ocasiones la juzga como todos los demás. Sus padres han intentado "curarla". Sus compañeros de trabajo en realidad hablan con un reflejo, pues Furukura intenta encajar imitando a sus interlocutores. Nadie la entiende, pero ella tampoco necesita que la entiendan.

Confieso que no las tenía todas conmigo con esta novela... Me temía que la protagonista fuera "demasiado diferente". Cuando describe ciertas cosas que hizo de pequeña, al principio del todo, me generó incluso desconfianza. Yo siempre me he considerado una persona "rara" y creía que no era necesario crear una protagonista tan extrema para reflejar cómo la sociedad deja de lado a lo que no puede explicar.

Pero no... La novela no va de ella. La novela va de quienes no dejan de atosigarla a preguntas. de su necesidad de hacerla cambiar. de su incapacidad de comprender que hay quien necesita vivir a contracorriente, sin dejarse llevar por las incuestionables fases en las que ellos mismos ordenan su vida. Y sobre todo, ese juicio se convierte en algo especialmente cruel en el caso de las mujeres.

Así que ha sido curioso para mí comenzar siendo parte del mundo que la juzga y terminar comprendiendo sus ansias por que la dejen tranquila. Con eso y un final que me ha hecho suspirar de alivio me quedo.