Sopa de miso

Desde hacía mucho tiempo tenía ganas de volver a leer al otro Murakami, más famoso por su obra “Azul casi transparente”, pero este libro era difícil de encontrar por estar descatalogado. ¡Menos mal que existen las bibliotecas!

Kenji es un joven japonés que se dedica a hacer de guía para extranjeros por la noche tokiota más sórdida. Por este motivo recibe la llamada de Frank, un hombre aparentemente anodino que le contrata para que sea su acompañante durante tres noches, incluyendo la de fin de año. Pronto Kenji empieza a sospechar que Frank no es quien dice ser, le pilla en varias mentiras con respecto a su trabajo y su historia familiar, y, además, su piel parece ser falsa, como si fuese plástico. Para más inri, cuando algo de lo que sucede le contraría, la mirada de Frank se nubla y hace temblar a quién le esté mirando.

Tras una primera noche bastante perturbadora en la que realmente no sucede nada pero que sirve a Kenji para empezar a tener miedo, Frank le vuelve a llamar para concertar otra cita. La novia de Kenji le dice que no vaya, pero él sabe que no tiene escapatoria, cree que ese pequeño trozo de piel sanguinolenta que estaba pegada en la puerta de su casa es un indicativo de que Frank sabe dónde vive y que irá a por él si le rechaza. Esa noche irán a un bar de chicas y pasan un rato hablando con dos de ellas, manteniendo una absurda conversación que terminará por sacar de quicio a Frank, que sacará su verdadero yo en el local, causando verdaderos estragos. No quiero hacer spoilers al respecto, pero la descripción de todo lo que sucede en el bar es totalmente perturbadora, hacía tiempo que no leía escenas tan visualmente desagradables.

Por ¿suerte” para Kenji, parece haberle caído en gracia, por lo que él se salvará de la criba pero tendrá que seguir acompañándole en su descenso a los infiernos. En un determinado momento incluso podría denunciarle a la policía, pero algo en su interior se lo impide, está totalmente bloqueado y no es capaz casi ni de moverse. Frank le pide que pase con él esa noche y que al día siguiente le lleve a escuchar las 108 campanadas típicas del cambio de año japonés en un puente famoso por la resonancia que hacen allí. Una vez pasado ese momento, será libre.

Si bien la última parte me resultó algo más lenta y cansina, la novela me ha resultado muy perturbadora, me dejó literalmente con mal cuerpo y creo que eso tiene mucho mérito. Lo comparan con El silencio de los corderos y quizás la construcción del personaje sea peor que la de Hannibal Lecter, pero desde otro punto de vista el símil se queda corto.