Primera persona del singular

Independientemente de lo que el autor ha querido plasmar y hacernos sentir y vivir; aunque sobre todo reflexionar, como siempre, he tenido de nuevo mi momento en el que era yo quien vivía y la novela quien me acompañaba. Pero ese momento ha durado un suspiro.
Gracias a la música que nombra he imaginado vivir en el año en el que nacieron mis padres, he sentido la emoción de las adolescentes y de los jóvenes que iban a ver a The Beatles en directo. Y me ha invadido la tristeza.
Tristeza por no haber puesto mi interés en ellos antes, cuando tuve la oportunidad de compartir su música con mi padre. Tristeza por pensar que en aquel momento él comenzaba a vivir y ya, en estos momentos, se acabó su vida.
Tal y como reza el título, todo el libro está escrito en primera persona. Si nos fijamos, en la sinopsis, podemos leer que podría ser un libro autobiográfico. El hecho de que esté escrito en primera persona y la forma en la que siento que, continuamente, se va por las ramas como si estuviera escribiendo un diario personal, me hace pensar que quizás sí sea así.
Sea como fuere, este libro se me ha hecho pesado y largo. No me interesa la música a excepción de The Beatles, no me interesa nada de lo que divaga y puedo decir, que no he encontrado al Murakami que tanto disfruto en este título suyo. No he encontrado ese ambiente tétrico y melancólico habitual que te sumerge en lo más hondo de ti mismo y lo he echado en falta. Vaya si lo he echado en falta.
No sería justo negar que en los últimos tres relatos sí lo he encontrado. Incluso en el último, el que lleva por título el título del libro, como tiene por costumbre, me ha dejado sin entender y con un final abrupto y extraño.
No, no ha sido un título para mí. No, no me arrepiento de haberlo leído, lo volvería a leer sí fuera preciso. No hay más explicación que el hecho de que es Murakami.