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Qué dicha es contar con tiempo para leer. Solo leer. Leer desmesuradamente. La lectura es una de las actividades donde el derroche adquiere una connotación positiva. Derrochar letras, palabras, frases, párrafos, capítulos enteros… todo lector lo anhela. El mes de diciembre me lo concedió. Así que decidí leer Los hermanos Karamazov en las mañanas y este libro de Murakami en las tardes. Lo comencé en el Metro de Medellín. Lo tenía pendiente desde hace meses. Me atrae ahondar en la vida de los escritores y más aún cuando son ellos mismos los que dejan a un lado la escritura de ficción y le conceden un tiempo a los trazos de fragmentos autobiográficos. Murakami lo ha hecho con este libro. No sé si en algún momento vaya a leer alguna de sus novelas, pero basta con decir que he disfrutado estos ensayos. ¿De qué habla Murakami cuando habla de escribir? Habla de aspectos no solo relacionados directamente con la escritura literaria. Murakami se vuelve tajante con algunas de sus ideas que pueden llegar a sorprender al lector. El primer capítulo ofrece un argumento que puede dejarnos boquiabiertos. Opina que las personas con un grado considerable de inteligencia no deberían dedicarse a la escritura de ficción. Es una idea insólita, pues, uno creería lo contrario. Su justificación no logró convencerme del todo, aunque si uno se detiene en los ejemplos, puede encontrar algo de razón. Murakami se va a permitir abordar ideas como las siguientes: una persona con cierto dominio de gramática y redacción puede escribir una novela; relaciona el campo de la novela como una especie de Royal Rumble en el que sobrevive el novelista que mejor sepa mantenerse en el ring con originalidad y persistencia; habla de su extraña historia de cómo una noche en un juego de beisbol le llegó la epifanía de que quería escribir una novela; aborda sus hábitos de escritura, su método para constituir personajes y la estructura de las novelas. Se permite mencionar su idea de confluir la fuerza física con la fuerza espiritual y/o creativa. de cómo correr le da también la inspiración para escribir. Aborda el tema del sistema educativo japonés, de su migración a Estados Unidos y las conexiones con editores y traductores; en fin… Murakami crea una prosa plácida. Utiliza ejemplos de la vida cotidiana, muy ligados a lo pragmático. Esto da cuenta del escritor estructural y metódico que es. Un escritor instalado en las bases de eficiencia y productividad propias del Japón de su tiempo hasta ahora. Sus frases son frescas y concisas. Logra crear el efecto de la escritura como conversación que es lo que yo esperaba: sentarme en mis tardes a conversar con él. Sin embargo, he notado que muchas de sus ideas se quedan sin un completo desarrollo. Parece ir con afán. Solo mencionar las cosas y ya, solo saborea su experiencia con un tono de timidez propio, quizá, de su personalidad. En algunos casos se vuelve fastidioso y hasta me da la impresión que detrás de tantas disculpas que pide y en sus insistentes replicas a editoriales y concursos hay una falsa modestia. Sin embargo, hay en sus frases el sabor de alguien que ha trabajo mucho, mucho tiempo con las palabras. Eso es de resaltar. |
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