La frontera lleva su nombre

Yo no sé cómo se impregna a un niño de solidaridad cuando vive cobijado, querido y sin que le falte de nada, pero sé la manera en que ella me regaló la posibilidad de tomar a pequeños sorbos el veneno de la sangre derramada en la frontera, cuando los republicanos huían y los judíos hacían el camino inverso buscando refugio en un país donde nadie supiera quiénes eran.

La historia, como el firmamento, tiene agujeros negros. Los españoles vencidos callaron su dolor y su vergüenza para de algún modo proteger la convivencia de los que vinieron despues. Los vencedores no iban a arriesgarse a desvelar lo sucedido teniendo una verdad acuñada durante la dictadura. Todos tenían las manos manchadas. Todos fueron ilegales, en un momento u otro, y nadie quiere asumir la paternidad de su vergüenza.

... la textura de la solidaridad con la que se protegian las mujeres es lo que hace posible abandonar el hogar, la tierra y la familia para ir a trabajar a otro país sin morirse de miedo y soledad. Un tapiz de pequeños gestos abriga el desamparo. La compañia, el bullicio, el contacto de sus manos entrelazadas cuando el camino se accidentaba, hacía posible que las mujeres llegaran a su destino.

es la hipoteca del amor. Por mucho que contextualicemos, reflexionemos, admitamos y consintamos, enamorarse es una locura transitoria que una desea que dure toda la vida, pero, gracias a la sabia naturaleza, el ciclón tiende a convertirse en brisa.

Los buenos recuerdos son un equipaje imprescindible.

La literatura, por mal que esté el negocio, posee la fuerza arrasadora de los sueños, y hablar de ella es como hacer conjuros para que los muros invisibles que nos limitan desaparezcan.

Las mujeres ya no somos frágiles, ignorantes o dependientes, y el embarazo es una decisión y no un destino

Leer es viajar a la intimidad de los personajes, a sus pensamientos y a sus fobias y filias

Las huellas de la historia dejan cicatrices en la memoria

Me he hartado de ver en los telediarios las reivindicaciones de la memoria histórica, de ese dolor enquistado y casi vergonzante que guardan en el alma tantos españoles a los que la guerra les partió la vida por la mitad porque se quedaron sin padres, sin hermanos, sin memoria de ellos.