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Una historia sobre la identidad, sobre las preguntas que nos hacemos constantemente tratando de definir quiénes somos. La novela de Mishima nos lleva por los distintos caminos que moldean nuestro ser. La biología, las relaciones sociales, nuestro contexto histórico; somos lo que traemos y somos lo que vivimos. Es impresionante descubrir que el autor escribió Confesiones de una máscara con 24 años. Es impresionante cuando nos metemos en sus páginas y devoramos la claridad con la que plasma emociones tan complejas; cómo describe de manera tan precisa los detalles, las dudas, los miedos, las preguntas sobre sí mismo que enfrenta cada día. De tintes autobiográficos, los lectores entramos sin anestesia a cuestiones de una vida que se parte en dos: el Koo-Chan hijo, amigo, estudiante y ciudadano, y el Koo-Chan secreto, aquel que lucha contra sus impulsos y sentimientos. La Segunda Guerra Mundial formará parte de su realidad en algún momento y este suceso marcará su camino hacia la autodefinición. Intentar definirse, para cualquiera, es entrar en terreno minado. No hay certezas, ni conciencia plena que nos permita afirmar, o negar, sin fisuras. Koo-Chan (Mishima) nos desvela secretos, fantasías, relaciones incómodas, dudas, y lo hace, creo yo, intentando reconocer a través del lector su verdadero rostro. Una obra intensa en emociones. Estamos ante un joven brillante a la hora de exponer eso que le atormenta y aquello con lo que cubre su ser. La novela atrapa desde la primera página. Su escritura es directa, pero también poética y llena de momentos cuya belleza desgarran. Hay ocasiones, silencios y conversaciones que se te clavan. Recuerdos de aquello que no pudo ser, de aquello que no pudo expresarse, de lo que no logró salir a la luz. La experiencia estética con la imagen de un cuadro puede llegar a ser más reveladora que cualquier palabra, que cualquier acción. Recuerdos aparentemente insustanciales que nos transforman por dentro para siempre. En muchas ocasiones sentí que la naturaleza de los recuerdos y deseos de este personaje (y quizás de este autor) proviene de la misma fuente que los míos. Nuestras vidas, nuestro tiempo, nuestras circunstancias son diametralmente opuestas; pero los sentimientos, las angustias, las revelaciones que se presentan en toda su tragedia y esplendor cuando menos lo esperamos, todo eso no me es ajeno. Confesiones de una máscara es esa voz que grita dentro de nosotros alguna verdad que no sabemos ni cómo definir pero que nos atormenta en todo momento. Es esa voz que da vueltas y vueltas y que solo nosotros podemos escuchar. Esos puentes de lucidez involuntaria que describe la ficción pero que reconoceremos en la realidad es lo que me conectó con esta obra desde el minuto uno. Esa lucidez que, así como llega, debemos dejar escapar para que el mundo siga girando como se supone que debe hacerlo. Terriblemente bella y magistral. |
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