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La novela de Laura Imai Messina es una historia bellamente escrita que fluye a través de la pérdida devastada, la desolación, la resiliencia, la esperanza y la promesa de un futuro con amor y paz. Una cabina telefónica que enriquece la esperanza, y ayuda con el duelo tras una catástrofe. Una novela que muestra las angustiosas secuelas de un desastre natural, cómo acaban con la normalidad. La muerte repentina y desprevenida de seres queridos y la destrucción de la propiedad. Yui irradia un dolor reverente, que captura la sensación de pérdida. En medio del desamor y la ternura, intenta darle sentido a todo a través de un velo de dolor. Yui trabaja en una estación de radio, y se entera que en una colina en Bell Gardia, hay una cabina telefónica que la gente visita para hablar con los difuntos. Las voces se las lleva el viento hacia sus seres queridos y, aunque Yui se siente atraída por la cabina telefónica, nunca entra. Conoce a Takeshi, un cirujano que recientemente perdió a su esposa, dejándolo con su madre y una hija de tres años, Hana, que ha dejado de hablar. Takeshi habla con su esposa por teléfono sobre la vida y los planes que él y su hija tienen. Cada capítulo principal del libro está separado por capítulos intermedios concisos, que actúan como recuerdos fragmentados al azar. Un recibo por un marco, una descripción de un objeto, una lista de los diez recuerdos más vívidos de una persona o el título original de la imagen libro sobre el más allá que Yui le dio a Hana. La manera de escribir de la autora me ha parecido sublime, parece deslizarse en las frases. El contexto emocional de la historia está dibujado con mucha delicadeza, y las interacciones entre los personajes son maravillosas, con un diálogo cauteloso y frágil. Un libro que le habla suavemente al alma, y una historia de duelo que late con una serenidad deliciosa. |
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