Un amor

He llegado a 𝘜𝘯 𝘢𝘮𝘰𝘳 de 𝘚𝘢𝘳𝘢 𝘔𝘦𝘴𝘢 sin pretensiones ni miedos, dejando a un lado todas las opiniones positivas (y negativas) que llevaba arrastrando durante tanto tiempo. Su lectura ha sido todo un regalo. Me ha parecido el ejemplo perfecto de qué con la incomodidad y la claustrofobia también se puede hacer algo hermoso y placentero.

La historia comienza cuando Nat, una joven traductora, se muda a La Escapa, un pequeño pueblo aparentemente inocente y ordinario. No parece haber ningún problema hasta que el pueblo comienza a revelarse ante ella como un entorno oprimente y confuso, un escenario con códigos propios, silencios asfixiantes, enigmas y prejuicios.

Un pequeño pueblo puede parecernos el refugio perfecto para alguien que trata de huir, pero es curioso como aquí adquiere la forma de un lugar aterrador e irrespirable donde nuestras inseguridades y miedos se reflejan en cada rincón: insectos, ruidos desconocidos, goteras, grietas, aislamiento…

A medida que iba leyendo fui tratando de lidiar con los diferentes habitantes del pueblo al igual que la propia Nat. Son retrógrados, aguerridos, desquiciantes, impertinentes… Y lejos de presentarlos como enemigos la autora parece mostrarse empática con ellos y defenderlos frente a la propia protagonista (a la que sentí abandonada e indefensa). Me sentí frustrado al ver como no huía de ese lugar e inseguro por un miedo constante a que le pudiera pasar algo. Quise gritarle e instarle a que se marchara de allí, en lugar de quedarse quieta, impasible, indiferente, recreándose en la hostilidad una y otra vez.

𝘜𝘯 𝘢𝘮𝘰𝘳 ha sido fácil de leer, aunque no resulta tan fácil dejarla atrás. No es una novela construida a base de grandes acontecimientos, la trama es lo de menos, pero 𝘚𝘢𝘳𝘢 𝘔𝘦𝘴𝘢 tiene un estilo único y particular con el que muy pocas veces me he topado. Es extraño, siniestro, un abrazo con cadenas. Con apenas cuatro pinceladas los personajes quedan dibujados al detalle y logra generar ambientes incómodos que terminan siendo placenteros.