Mujeres de armas tomar

Justicia y venganza son dos términos opuestos. Pero algunas veces, cuando el desamparo se convierte en injusticia, la venganza es tomada como única opción disponible para la víctima. Víctima que se convierte en verdugo y viceversa. La sociedad está así de loca. No me preguntéis por qué.
A raíz del movimiento #MeToo, muchos hombres y mujeres se plantearon cuestiones que hasta el momento permanecían soterradas. Ellos, preguntándose si alguna vez habrían hecho algo mal, si alguna de las mujeres con las que habían estado dio muestras en algún momento de no querer prestarse a la situación que estaban viviendo. Nosotras, por nuestra parte, echamos la vista atrás y entendimos que aquello que en un momento determinado nos hizo sentir incómodas, avasalladas o violentadas era, en realidad, un acto abusivo.
Entendimos muchas cosas, pero no todas. Aplicamos los eslóganes y los repetimos hasta la saciedad, nos manifestamos y nos declaramos fuertes. Vaticinamos una sociedad más justa, más libre, más igualitaria. Pero sigue habiendo muchos prejuicios. Sobrevive un poso de distinción entre sexos que acorrala a las víctimas y las cuestiona constantemente. Debemos justificarnos por salir de noche, por nuestra manera de vestir o por nuestra postura liberal ante el sexo. Y eso no es bueno para la justicia. Porque genera ansias de venganza.
Este libro abre debates que siguen siendo necesarios y zanja una cuestión que nos empeñamos en reformular: ¿Ha cambiado algo?
Ya os lo digo yo: no lo suficiente.