Temporada de huracanes

Dentro de nuestras cabezas se tiene que ocultar alguna especie de botón activador que permita transcribir las sensaciones que uno experimenta al notar que se ha quedado sin palabras. Esa palanca que da origen a que todo fluya con naturalidad para poder escribir algo coherente. Algo lleno de toda magia, Musa que acaricia tus dedos, que sea capaz de borrar de tu mente cualquier sonrojante panfleto que intente acercarse al complejo engranaje que ha conseguido plasmar Fernanda Melchor en Temporada de huracanes.
Ya les digo que es imposible transcribirlo porque las emociones siempre se disuelven tras las letras. Por mucho que lo intentes, el fracaso se percibe en medio de tus pretensiones. Y es que solo aquellos que han llegado al desenlace de una obra como esta podrían entender lo inútil que es describir esa sensación que tienes cuando el vendaval que escribe Fernanda ha arrasado contigo. Es agotador, te deja exhausto, descorazonado y podrido por dentro pero, sin embargo, querrías seguir más y más adentrándote en esa pesadilla cotidiana con la que Temporada de huracanes remueve tu conciencia.
El argumento en una obra como esta es lo de menos. La aparición del cadaver de una mujer dará paso a unos hechos que dibujarán una sociedad sucia, peligrosa, llena de personajes desamparados cuya única ambición en la vida sea la de entender el por qué todo a su alrededor carece de sentido. Todo girando alrededor de una casa aislada del pueblo que causa tanto pavor como fascinación y que desvelará todos los secretos que se esconden en esta imprescindible obra de las letras mexicanas.
Pero como digo, nada de eso hace justicia a la obra de Fernanda Melchor, voz narradora que tiene la capacidad de atraparte con su tormentosa manera de describir los hechos que cuenta en esta novela y, sobre todo, con esa maravillosa naturalidad que desprende para dar vida a sus personajes. Todos, cada uno de ellos, se van a quedar para siempre en la memoria del lector, pese a que cuando rozas las páginas del libro con cualquiera de sus vivencias terminas siempre sangrando. Porque no hay otro modo de vivir estas vidas sin quedar empapado de sus infortunios, de sus silencios, de esas miradas que atraviesan el papel para recordarte que lo único que te diferencia de ellos es la fortuna que tienes al poder cerrar las cubiertas de estas vidas de ficción.
Es un mundo que queremos ocultar. Con sus propias reglas, sus códigos, sus verdades…lugares prohibidos que se esconden en cada una de nuestras ciudades, parapetados tras la indiferencia. Lugares llenos de vida, de miedos, euforias, deseos, tristezas, esperanzas, frustraciones y, como no, de amor. Emociones que se vierten en cada página de esta historia destrozándote por dentro.
Era temporada de huracanes, tenía que haberlo previsto. Sus efectos siempre son devastadores.