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Una historia de romance juvenil muy completa. La novela tiene dos tipos de ambientación, si podemos decirlo así. Por un lado, la que constituye el marco en el que se desarrolla la historia, que es el mundo del patinaje, en el que la autora nos sumerge explicándonos todo tipo de detalles sobre las competiciones e incluso sobre los movimientos de los patinadores. La otra ambientación nos viene dada por la misma edad de los protagonistas (19 y 22), ya que nos introduce en su burbuja juvenil del 2011 con las constantes referencias a elementos de cine (como Harry Potter), de videojuegos o musicales de la época. La trama viene desarrollada desde tres puntos de vista distintos, los de los tres personajes principales, y aunque sigue una línea sencilla (dos jóvenes promesas del patinaje que comienzan su andadura como pareja patinadora dispuestos a conquistar el podio mientras, inevitablemente, surge entre ellos una historia de amor), está aderezada por la inmersión en dos temas profundos, que son los que marcan verdaderamente la historia: el duelo y el maltrato psicológico. La autora logra hacer una estupenda composición con estas dos piezas del puzzle más la del romance y la del patinaje, logrando un equilibrio entre las cuatro que nos deja una historia maravillosa. Los protagonistas, y también las voces narrativas, son Hannah, Mikhail y Nick. Tres jóvenes patinadores con sueños propios, con ilusiones y deseos, pero también con muchas cargas emocionales a la espalda y muchos miedos. Añade la autora unos secundarios que encajan como un tándem perfecto: Abby, la mejor amiga de Hannah, y su hermano Tristán, y los M&M, dos chicos patinadores. La amistad que muestran en todo momento, más allá de ser usados como peones cómicos, es uno de los grandes aciertos de esta historia. Hannah y Nick se conocen desde niños y han sido amigos y pareja de patinaje durante muchos años, hasta que un accidente separa sus caminos. Cada uno tendrá que aprender a bregar, solos y por separado, con todos los pasos de un proceso de sanación y duelo que la autora refleja bastante bien y en el que precisamente la amistad tendrá un gran papel, pero también el amor. Recuperar la confianza será una pieza clave, así como buscar los pequeños triunfos en el día a día. Debo decir que la amistad entre los dos me ha parecido preciosa, la forma en que se conocen el uno al otro y cómo se tratan nos deja algunos momentos muy dulces y otros dolorosos. Mikhail siempre patinó solo hasta que dejó el hielo. Cuando decide que es hora de volver, quiere hacerlo como pareja de Hannah, y no ceja en su empeño de perseguirla hasta que ella acepta. Me ha resultado un personaje muy tierno, quizá porque, a pesar de sus veintidós años, se sonroja mucho. Tiene un encanto muy natural, no es el típico chico creído (y eso que ha conseguido un montón de medallas), ni orgulloso o ligón. Precisamente por esto, no hay tiras y aflojas en la historia, sino que dede el principio se da una química perfecta entre Hannah y él, que la autora explota a base de escenas románticas en las que abundan los roces, las caricias, los besos suaves y tentativos; todo un cortejo sensual que intercala entre dosis de realidad para que no nos edulcoremos demasiado, dejándonos tan solo una sensación dulce. La narración es fluida -a lo que ayuda también el hecho de que cada capítulo venga narrado por un personaje distinto, pero siempre dando continuidad a la historia- y la prosa bien cuidada. Quizá algunas partes en las que se describían cuestiones sobre patinaje se me han hecho un poco aburridas por no conocer los aspectos técnicos de esta disciplina, aunque son breves y no desmerecen la historia, que recomiendo si os gusta el romance young adult y el mundo del patinaje. |
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