Para comer había que ser más barato que una máquina. Siempre habíamos pensado que el apocalipsis robótico llegaría de la mano de flotas de drones asesinos, mechas de combate del tamaño de bloques de pisos y Terminators de ojos rojos, no de una hilera de cajas de autoservicio en el supermercado de la esquina.
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