Betty

Betty, la Pequeña India, y su padre tienen el corazón de cristal rojo. Dentro, hay un pájaro del cielo encerrado por Dios; un pájaro cuya jaula se abrirá con la muerte y podrá regresar a su hogar celestial. Así, con este relato tierno, comienza Betty, la cruda novela que Tiffany escribe sobre su madre y las mujeres que la precedieron. Una historia que desde sus primeras páginas nos hace bailar el vals sobre el sol sin quemarnos los pies. Esta es una lectura dolorosa, una lectura que se hace con lágrimas asomando y sonrisas dibujándose en las letras, con el estómago revuelto y con terrones de azúcar que endulzan. Pero también es una lectura esperanzadora, que te deja, tras girar la última página, con la sensación de que, a pesar del sufrimiento, todo es posible.

Betty, hija de Landon Carpenter y Alka, es la única de sus hermanos que hereda los rasgos físicos cheroqui de su padre, por lo que le es particularmente difícil encontrar su sitio en el mundo. Frente al rechazo social, la protagonista se refugia en las historias y las tradiciones familiares que el padre se enorgullece de enseñar a todos sus hijos, encuentra consuelo en las raíces que la unen con la naturaleza que la envuelve y con el resto de miembros de su familia. Estas memorias, que años más tarde escribiría la hija de Betty, son el testimonio de años de pobreza y lucha, de crueldad y violencia, pero también de amor y lealtad.

Como ese rito pagano según el cual se deben quemar las cosas sobrantes y dañinas, Betty las entierra hondo en la tierra, pero también las suelta al mundo y, así, se libera del dolor (porque es más fácil de soportar cuando la carga es colectiva) y comparte el amor. Este homenaje a la familia Carpenter es poética y fascinante y, desde luego, memorable. Advertencias de contenido: violencia; abuso infantil; abuso animal; incesto; aborto; violación; suicidio.