Lo que la nieve susurra al caer

He leído todo lo que María Martínez ha publicado hasta la fecha y con este libro tenía unas expectativas enormes, además de por la sinopsis que me llamaba muchísimo, por la maravillosa portada. Sí, ya sé, nunca juzgues a un libro por su portada, pero es inevitable.

La pena para mí en este caso es que no he conectado con la historia todo lo que me hubiese gustado, la trama romántica se me ha quedado cortísima y hay varias tramas cerradas tan de golpe que se me han quedado en nada y con muchos flecos sueltos.

Por partes, la relación romántica para mi gusto carece de sentido, ósea ¿en qué momento se enamoran estas dos personas si solo se han visto un total de 15 minutos entre encontronazo y encontronazo? Y de repente, zas, me falta el aire cuando no te tengo… en fin.

Los personajes… para lo que la autora nos tiene acostumbradas a mí estos se me han quedado algo planos. Si algo destaco siempre de María Martínez es su manera de crear personajes redondos, con sus aristas y sus imperfecciones, pero reales, personajes a los que tienes la sensación de conocer y eso no me ha pasado con estos.

La personalidad de Willow es algo anodina, sosa, sin sustancia… llamadlo como queráis. Se pasa tres cuartas partes del libro viendo como cae la nieve a través de la ventana y retro alimentándose de su propio dolor. Luego, de repente, pasas la página y zas, ha despertado del letargo sin más. Pero no hay explicación a nada. Y sus tramas, que prometían, se cierran de forma brusca y sin mucha explicación.

Y de Hunter mejor no digo nada porque no me ha gustado nada. Pero nada. de lejos el personaje de María que menos me ha gustado.

Los secundarios a ratos son más apetecibles que los principales y si he acabado de leer el libro ha sido por la trama de Erin, la cual me ha sabido a poco y me ha parecido resuelta de la misma forma abrupta que todo lo anterior.

Una trama trillada, pero que con sustancia hubiese tenido mucho recorrido, un montón de personajes a los que, creo, no se les saca todo el partido que tienen. Un par de lecciones a lo largo de la historia que te hacen pensar, eso sí, y que están muy bien metidas, las cosas como son y una pareja protagonista que, para mí gusto, tienen la misma química que un kiwi.

Me duele que un libro de una de mis autoras favoritas me provoque todo esto, pero creedme cuando os digo que he acabado el libro hasta enfadada y pensando que no, esta no es mi María Martínez.