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Este libro ha sido un reencuentro con esa María Martínez a la que tanto había echado de menos en sus anteriores novelas. Es como si la autora hubiese vuelto a su zona de confort para ofrecernos una historia de personajes con complejas relaciones familiares, con búsqueda de la propia identidad y un entorno de un pequeño pueblo donde todos se conocen. También su estilo he vuelto a encontrarlo delicado, con bonitas reflexiones y varias frases de esas que se remarcan. La narración a dos voces me ha parecido muy acertada y las cartas de Erin son un aporte magnífico para la historia. A pesar de todo esto esto, algo me ha faltado. Ha habido un punto en el que la historia decae, resulta monótona y demasiado predecible, la historia de amor entre los personajes pasa de la nada al todo demasiado rápido. Para mí, la novela ha sido como un reconfortante regreso a casa, un regreso de esos en los que encuentras calor y hogar después de pasar todo el día en el frío exterior. Una buena lectura para acurrucarse en el sofá con una manta en una tarde de invierno. |