Soy como escribo, soy lo que escribo.
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Soy como escribo, soy lo que escribo.
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Empezó a pasar dos o tres noches a la semana en San Isidro. Le gustaba levantarse al amanecer y caminar sobre el césped de la casa hasta una glorieta desde la que se veían los veleros tempranos del río y la mansa niebla destrenzándose de la corriente.
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Como agua para chocolate