Si estuviera contando un cuento y no mi propia historia, le daría un final satisfactorio y feliz. Los niños volverían a casa y su padre los recibiría con los brazos abiertos, loco de alegría. La malvada madrastra sería castigada por todo el mal que había hecho y alejada de su hogar. El padre y sus hijos enmendarían todos los entuertos y vivirían felices para siempre. En dichos cuentos no hay cabos sueltos. No hay jirones ni deshilachados. Las hijas no entregan su corazón al enemigo. Los malvados no desaparecen sin más, llevándose con ellos la satisfacción de la venganza. Los jóvenes no se encuentran divididos entre dos mundos. Los padres conocen a sus hijos. Pero esta era mi propia historia. |