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Crítica de Beatriz_Villarino


Beatriz_Villarino
01 November 2018
Podríamos empezar esta crítica literaria afirmando que el mito de Hamlet sigue vivo, de hecho el título del libro nos lleva a la obra teatral y la duda envuelve las 534 páginas; el propio narrador, protagonista omnisciente, duda a veces en sus afirmaciones, otro protagonista duda a la hora de tomar decisiones importantes, y la protagonista duda entre ser o no ser.

Pero no voy a centrarme en esta apreciación, porque lo que de verdad he sentido al leer Así empieza lo malo es que el mito de Shakespeare sigue vivo en Javier Marías. El estilo de nuestro escritor, ya reflexivo de por sí, se repliega en su novela para hacer aflorar, entre historias paralelas, conceptos universales; así el lector, desde las primeras páginas comienza a darse cuenta del valor que los cónyuges de matrimonios largos se otorgan entre sí: el mismo que la vista del salón, algo con lo que se convive de forma excesivamente natural; comienza a percibir cómo tendemos a hablar sin escuchar en las conversaciones; cómo la doble moral católica continúa impávida desde siglos «todos sabemos que Dios es interpretable y que a todos nos entiende si nos explicamos como es debido y le venimos con buenas razones».

Así empieza lo malo comienza cuando Eduardo Muriel, un productor cinematográfico, le encarga a su ayudante, el joven de Vere, que investigue al doctor van Vechten, pues le han llegado comentarios muy graves sobre su comportamiento en la España franquista.

Este inicio triangular dará como resultado el argumento de la novela, compuesto a su vez por tres historias paralelas que, sin darnos cuenta, en algún momento torcerán el rumbo hasta juntarse formando una unidad perfecta, el círculo que se cierra y que da sentido a todo lo que se produce dentro de él (el paso del tiempo, el eterno retorno).

Así pues, nos encontramos con la historia novelada de un matrimonio de postguerra, Eduardo y Beatriz, con problemas en una relación desconcertante, donde observamos malos tratos psicológicos, palabras hirientes que van minando el orgullo y que se conectan a alguien generoso, bienintencionado y leal. Sin embargo puede que éste sea el detonante –o no– para que en esta novela aparezcan más escenas eróticas y sexuales de lo que es habitual en Marías.

Asimismo, el doctor van Vechten nos acerca a la historia real de la España franquista en la que muchos medraron a costa de la humillación, la miseria, o la muerte de otros. Probablemente un tema que Javier Marías no está dispuesto a olvidar, como pretende la sociedad de hoy, tan permisiva con lo que puede acarrear disquisiciones morales.

Y por último, la historia del narrador, Juan de Vere, contada desde su presente en el que intenta recordar el periodo que pasó con Muriel y Beatriz y que, sorpresivamente el paso del tiempo lo erigió como base de su propia vida (por no hacer mudanza en su costumbre).

La luna, metáfora del destino, preside todas las situaciones como indiferente vigía, centinela nocturna, soñoliento ojo obligado que contempla, centinela y fría, el morir en su palidez sin que su ojo entreabierto parpadee; este destino apunta rutinario y riguroso, como la incipiente luna sabedora de su ojo aburrido e impávido, aburrida ella misma de su existencia.

No sé hasta dónde, pero intuyo mucho del autor en esta novela. Por un lado, de la mano de Eduardo Muriel, hay un homenaje al séptimo arte, del que Marías forma parte y es entusiasta. Alusiones constantes en las páginas al cine, y curiosidades sobre películas, productores, directores y actores reales; incluso alguno de ellos como Herbert Lom, pasa a personaje de la novela.

Este mundo de artistas sirve para introducirnos, de forma paulatina, en curiosidades sobre pintura, música y, sobre todo, literatura; teorías francamente interesantes que no hacen sino confirmar los conocimientos casi enciclopédicos del autor, como la existencia, o no, de William Shakespeare.

El pasado angustioso que la familia Marías debió sufrir como perdedora de la guerra civil aparece en el personaje frío, despiadado, retorcido, sádico y calculador Jorge van Vechten, del que Marías se vale para hacer una crítica feroz a las barbaridades que se cometieron en nombre de la Nueva España.

Y el joven Juan de Vere es, a veces, reflejo del propio Javier Marías: el amor por el Siglo de Oro, sobre todo inglés, lo lleva a citar, para el paso del tiempo, hasta tres veces la metáfora shakesperiana «desde el oriente al encorvado oeste». Otras alusiones al escritor universal asoman de vez en cuando, como las tres brujas de Macbeth, o los datos sobre coetáneos como Marlow; de hecho, en la novela aparece la posibilidad de que Edward de Vere, fuera el propio dramaturgo William Shakespeare. Pero no sólo se percibe su pasión literaria, también las sinestesias político-religiosas acercan la expresión del joven de Vere a Marías: «El lugar olía a extrema derecha»; normalmente el narrador hace gala de una educación exquisita, con vocablos correctísimos que contrastan con pensamientos vulgares (la mente que va por su cuenta y no se doblega), y alguna declaración zafia que, de inmediato arregla con otra culta, como si lamentara más que el mal pensamiento, la mala expresión. Y creo distinguir alguna fijación que le he leído en artículos, como el olvido de la mujer a caminar con gracia.

Así empieza lo malo hace gala del estilo peculiar, único de Javier Marías, lleno de digresiones y aclaraciones constantes que dificultan el seguimiento del hilo narrativo, aunque permiten introducirnos en la mente de los personajes hasta llegar a conocerlos a la perfección, hasta comprender que las reflexiones profundas de estos protagonistas los convierten en universales, que a su vez trasladan al lector común una serie de dudas atemporales. Así, el narrador, en medio de la trama, como si se tratara de una letanía, con preguntas anafóricas hace un recuento de la novela, y nosotros, tras tomar aire, intentamos responder a ¿A quién o a qué va dirigido este dardo certero? ¿A establecer las bases del conformismo? ¿A exponer la condición del ser humano? ¿Un ser humano que se empeña en conseguir lo que es susceptible de pérdida? ¿En continuar con lo que le hace daño? ¿Un ser humano que apela al perdón? ¿Y la justicia? Y todo eso salpicado de términos cultos, barbarismos y cultismos de los que puede explicar el significado u obligarnos a utilizar el diccionario. Expresiones populares aliñadas de comentarios ingeniosos. Expresiones usuales, de las que cambia una parte para acomodarlas a la situación «homenaje a Poe mediante» y que aportan altas dosis de humor.

Expresiones coloquiales, incluso infantiles, enmarcadas en un estilo indirecto libre, que aportan gran realismo al escrito. Otras veces, en el monólogo interior, estos coloquialismos contrastan con las metáforas embellecedoras, o con acertados epítetos épicos con los que designa a otro personaje. Las alusiones al lector para despertar su atención o implicarlo en lo escrito, acercan esta novela a la decimonónica o al Siglo de Oro, empleando así mismo guiños constantes a personas reales que forman parte del corpus novelístico y dan a veces la impresión de estar ante un ensayo, por la verosimilitud-verdad-conseguidas. Personas admiradas por Javier Marías se dan cita en esta novela, como su tío, el cineasta Jesús Franco, tratado con delicioso humor; el profesor universitario y académico Francisco Rico, cuya caricatura bienintencionada envuelta de cariño aparece aquí con más protagonismo que en otras de sus novelas: erudito, algo pedante, extrovertido en demasía, de expresión hipnotizadora, algo despistado… características que contribuyen a que sus apariciones rebajen la tensión, por el humor aportado, de la gravedad del tema. Un humor lleno de ironía del que se vale para arremeter a veces contra la iglesia, los ayuntamientos españoles o las autoridades estadounidenses.

Desde la primera página mi pensamiento empezó a funcionar, llevándome desde el presente a mi pasado más remoto y desde éste a un posible futuro que se desvanece de nuevo en el hoy. Me he visto reflejada en alguna situación, mi mente se ha identificado con la del protagonista, pero lo que consiguió agobiarme es que he ido desde el pasado de mi subconsciente al futuro de la novela. Fue una experiencia total leer un pasaje y recordar nítidamente un sueño de dos días antes. Otras veces un pensamiento del protagonista dentro de otro y dentro, a su vez, de un monólogo interior, ejemplifica lo que advierte el narrador «Son las mentes, engañadas, las que jamás se rinden, las que se sienten iguales que siempre y no ven motivos de cambio».

«Mala cosa es el agradecimiento sobrevenido. Nos hace olvidar las afrentas de golpe. Pasamos por alto las faltas. Mala cosa sentirse en deuda con quien nos hizo daño. A eso recurren los ofensores consciente y aun calculadoramente».

Y yo me pregunto, ¿Para cuándo el Premio Nobel?

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