No más Internet. No más redes sociales, no más avanzar con el ratón por letanías de sueños, esperanzas nerviosas, fotografías de comida, gritos de ayuda y expresiones de satisfacción, actualizaciones del estado sentimental con iconos de corazones enteros o rotos, planes para quedar después, súplicas, quejas, deseos, fotos de bebés vestidos de osos o de pimientos en Halloween. No más leer y comentar las vidas de los demás y sentirse algo menos solo en el mundo al hacerlo. No más avatares.
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