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Los renglones torcidos de Dios de Torcuato Luca de Tena Lo disfruté, no puede existir una incongruencia mayor: disfrutar leyendo de locura, de tormentos, de la vida en un hospital psiquiátrico, de enfermedades de la mente y de alma, del mismísimo infierno; pero la verdad sea dicha, la pluma de Luca de Tena es fina y de lo mejor que me ha pasado este año, mi eterno pendiente de la noche a la mañana (casi literal) ha dejado de serlo, para convertirse en uno de los más apreciados, más sentidos. No sería justo describir más de lo necesario, la gracia está precisamente en suponer qué es lo que está pasando a cada momento: Y uno ríe, llora, se angustia, se anima, se desespera, tiene esperanzas, las pierde, vuelve a tenerlas, se vuelve un poco loco y filosofa acerca de la escritura y los errores de un Dios supremo y caprichoso. Alice Gould, Alice de Almenara tendrá muchos nombres, rostros y muchas vidas de ahora en lo adelante, desde el momento en que cruzó la verja que contiene, a duras penas, las fronteras de la condenación; el motivo, los oscuros caminos que llevaron a este día, a esta situación, solo Dios los conoce, créame usted no tiene ni la más remota idea, toda teoría, todo pensamiento, se irá desmoronando con la misma rapidez que una nueva toma forma en su subconsciente, la trama no ayuda, no favorece a la lógica. Vamos de la mano de personajes cuerdos, cabales y entrañables como el Dr. Don Cesar, la Castell, Dr. Rosellini, Dra. Dolores, aprendemos de entrega y amor de la mano de las enfermaras y enfermeros de Conrada la joven, Terrón, Lola la bonita. Conocemos de tormentos, tristezas y extravagancia junto a los gemelos (que no lo son) Rómulo y Remo, de la hermosa niña péndulo, la enana muerta, el Adobe, la mujer Gorila, el Aquijotado (mi preferido), los tristes, el nuevo, el inventor de su idioma, la Gran Duquesa de Pitiminí (fue demasiado, no me pude resistir), el magnífico Ignacio y si en algún momento olvidé la letra infantil de “a las cosas que son feas ponles un poco de amor” de una cantautora muy querida de mi país, en este libro me reconcilio con la idea. Se puede vivir toda una vida sin conocer de “Los renglones torcidos de Dios”, pero una vez que comienzas a verlos, que caminas por las grandes salas desangeladas, que hablas con la Castell, que sientes la protección de César de Ignacio, el amor de Rómulo (no existe nada más puro), que conoces la teoría de los Nueve Universos, la triste historia del violador de su nuera, que sabes de las fiebres del bueno del Hortelano, cuando miras a los ojos vacíos de los demenciados, que ves la larga y estéril espera de los rugidores, cuando vives en la “jaula de los leones” (con el perdón de Rosellini) ya después de eso no hay vuelta atrás, simplemente no dejas de pensar en las imperfecciones de Dios. |
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