Como tantos otros lectores, llegué a esta novela con el boca a boca o el boca-oreja. Me llamó la atención desde el primer momento la forma de narrar de Santiago Lorenzo, con esas palabras que usa tan poco comunes y que personalmente he encontrado maravillosas. La lectura fluye a pesar de que el protagonista, Manuel, se convierte en un naufrago en el campo y eso, en principio, no tiene nada de aventuras. Manuel lo es todo en este libro, porque cuesta no sentirse identificado con lo que hace, siente y piensa de la sociedad, aunque seguramente estemos más cerca de los asquerosos o mochufas, que del propio Manuel.
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