A veces en lo interno de su alma Se agitaba un extraño sentimiento De amor y de ternura por los seres Que destruyó la muerte con su aliento |
A veces en lo interno de su alma Se agitaba un extraño sentimiento De amor y de ternura por los seres Que destruyó la muerte con su aliento |
Un corazón ya muerto a la alabanza, Y a la censura muerto, Y a la fe y al amor y a la esperanza. Un corazón que de sí mismo huía, Que ceder no quería Y que olvidar tampoco le era dado |
No humedeció una lágrima sus ojos, Ni una sonrisa iluminó su rostro, Y sobre aquella frente no domada Terribles se grabaron Los surcos de sombríos pensamientos |
Nadie supo su suerte, Ni jamás se sabrá; pero cualquiera Que haya sido su muerte, En el dolor sus ojos abrió al mundo, Y en dolor los cerró sueño profundo |
el destino De Parisina en sombras ha quedado, Como queda en la fosa el polvo inerte. Tal vez en un convento Elevó al Dios eterno su plegaria |
Nunca sombrío Desesperado ser vertió sus quejas Con tan profundo, íntimo lamento. Los que al pasar le oyeron, desearon, De compasión movidos, Que fuera aquel su postrimer acento |
Para ella Fue una sombra el pasado, y el futuro Tiniebla fue con pálidas vislumbres De un terrible sendero |
Quiso hablar, pero en vano… La palabra en sus labios expiraba, Y triste parecía Que en el sordo gemido que lanzaba Entero el corazón en él vertía. De nuevo quiso hablar, pero su acento Se convirtió en un grito prolongado, E insensible en el frío pavimento Como piedra cayó su cuerpo helado |
En tan poco lo aprecio Como apreciabas tu existencia, cuando, A tu lado, calada la visera, Del combate feroz en lo más recio, Iban nuestros indómitos corceles Cadáveres hollando |
Esa mujer que esposa tú apellidas, Otra víctima nueva de tu orgullo, Tú sabes que me estaba destinada. La viste, y sus encantos codiciaste |
Marinero en tierra