La muerte de millones es lo impensable: casi ensoñada estadística. No es aprehensible hasta que alguien afirma “murió mi padre o mi amiga”, de allí el valor del testimonio y de la narración. La vida se escribe en singular, su pérdida también.
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La muerte de millones es lo impensable: casi ensoñada estadística. No es aprehensible hasta que alguien afirma “murió mi padre o mi amiga”, de allí el valor del testimonio y de la narración. La vida se escribe en singular, su pérdida también.
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¿Cómo pensar tramas de alianza que sean, a la vez, de reflexión compartida, de creación común y de circulación en los espacios de las instituciones? ¿Cómo evitar la apropiación pero también el encierro en un conocimiento que solo podría ser autoconocimiento? ¿Hay alianzas teóricas y de producción en común, mientras que la mayoría de las personas que se reconocen en esa identidad transitan situaciones de profunda explotación y quienes nos dedicaos a la docencia, la escritura o la investigación tenemos posiciones más acomodadas?
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Criticar no es cancelar y no hay crítica más capaz de desplegar sus fuerzas que aquella que se trama con cierto amor respecto de su objeto.
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Nos cansamos de escuchar: “las feministas tal o cual cosa”, o “a ver qué dicen las feministas”, como si “feministas” fuera una etiqueta capaz de homogeneizar las múltiples diferencias. Más bien, feminismos es la definición de un territorio de querellas y la voluntad de producir alianzas en la diferencia.
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¿De qué trabajo ajeno me apropio? ¿Con qué ladrillos de desigualdad se gana el tiempo para dar pelea por la igualdad?
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Las sociedades capitalistas se sustentan sobre la perpetuidad del sacrificio de millones de seres de distintas especies -incluso humanes- y convivimos con ese sacrificio. De ahí la vergüenza. De esa coexistencia silente e impotente. Quiero cerrar los ojos y dormir, a veces, de pura tristeza.
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Dar no es solo por la otra persona que está requiriendo sino para atenuar la profunda sensación de vergüenza.
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La narrativa activista me permite disfrutar a la vez que sostener el malestar, entender a la vez que vivir la incomodidad.
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En el lenguaje reverberan los ecos de viejas guerras, se presentan poblaciones en nuevos territorios, cuerpos migrantes y desplazados por coerciones varias. […] La gramática es compañera del imperio. […] Si en los setenta las guerras coloniales hacían temblar al imperio, hoy la palabrita es moneda corriente en las academias imperiales y tickect de pasaje para poder entrar en ellas. Escuchar las batallas anteriores en la lengua; dar en la lengua nuestras batallas presentes. Incluso, contra la lengua misma, sus guardianes, sus celosos adalides, sus profesorxs, quienes dictaminan y encaminan. Escuchar en esa lengua lo silente, lo que no puede decirse, lo que se escurre entre la contundencia del signo.
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A lxs hacedores de la muerte no se les cae de la boca la palabra vida.
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Gregorio Samsa es un ...