Los actos verdaderamente imperdonables los cometen hombres tranquilos en preciosas habitaciones de seda verde; esos tratan con la muerte al por mayor, a toneladas, sin lujuria, si ansia, ni deseo, ni ninguna emoción redentora que los excuse, sólo el frío temor a algún supuesto futuro. Pero los crímenes que esperan impedir en ese futuro son imaginarios. Los que ellos comenten en el presente… ésos son reales.
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