El secreto de Vesalio

Cuando él posaba el bisturí sobre su piel, una grieta se abría en ese frágil equilibrio. Si no se actuaba con celeridad y perfecta sincronía, la armonía anatómica se hechaba a perder de modo irreparable. Su destreza era lo único que separaba una obra de arte de la cirugía del desastre. Y él era un arista.

Les faltaba la sangre del cuerpo y algunos de sus miembros habían sido amputados.
Con todo, lo que más terror provocaba era que los cadáveres mostraban unas enormes mordeduras y la carne alrededor de las heridas parecía quemada