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“El periodismo es una forma de resistencia” y “nuestro instrumento es la mirada”, dos citas de este libro que, pese a no estar juntas, se complementan y encierran el verdadero sentido de este volumen. Albert Lladó (Barcelona, 1980) ha escrito un libro brevísimo en el que, en menos de cien páginas, nos habla del periodismo, de las fake news, de la propaganda y de las redes sociales que, recordemos, no son las enemigas del periodismo. Tal y como dice Lladó: “El enemigo no es la tecnología. El enemigo es nuestro arraigado gusto por la sumisión”. El periodismo actual, ya lo decía Albert Camus y lo parafrasea Lladó, debe regirse por cuatro normas esenciales para que despierte algo dentro de nosotros y no nos deje fríos: la lucidez, la ironía, la desobediencia y la obstinación. Es por ello por lo que el periodismo no puede caer en el odio ni en la ira. “El periodismo no es un género de ficción, pero tampoco es una ciencia imbatible. La falta de rigor nos puede llevar a ser productores de noticias falsas. La inflexibilidad, por otro lado, nos puede conducir al dogmatismo”. Tampoco puede caer el periodismo en la mecanización ni en la inmediatez, ya que ambas suprimen cualquier vestigio de creatividad. “Ni la creciente precariedad laboral ni la transformación que ha supuesto el entorno digital (ambas innegables) deberían servir como excusa para resignarse a la mecanización de lo que, inherentemente, es un trabajo creativo”, dice Lladó. “O somos creadores o somos taquígrafos”, ya que, como dice unas líneas más adelante, “los monopolios que controlan Internet, siempre disfrazados de garantes de la libertad, han conseguido ser ellos los que imponen los criterios de actualidad”. Y no podemos confundir la actualidad con la tendencia. Igualmente, la independencia del periodista debe ser algo indiscutible, parece mentira que se tenga que hablar de esto y que se tenga que defender su autonomía ante las presiones superiores, pero Lladó saca uñas y dientes para defender el periodismo y la libertad de expresión. No podemos parafrasear lo que otros dicen, debemos tener voz propia y no dejarnos guiar por las tendencias y desarrollar la mirada lúcida. “La propaganda ha colonizado el periodismo. La lucidez consiste, también, en descubrir hasta qué punto somos un cúmulo de eslóganes, lemas y tópicos más o menos disfrazados”. Asimismo, el periodismo no debe aspirar a ser el cuarto poder, como se dice a veces, sino el contrapoder. Por eso el autor es tan crítico y pone en valor la desobediencia con el poder, poniendo como ejemplo el programa La bola de cristal. Entre citas a filósofos y términos griegos, Lladó también deja espacio para hablar de las redes sociales, esos espacios virtuales que parecen estar inmiscuyéndose en el territorio que les correspondería a los medios tradicionales. No hay que caer, avisa Lladó, en el clickbait ni utilizar titulares atractivos solo por querer atraer lectores. Eso ni es serio ni es periodismo. El periodista siempre debe querer acercarse a lo desconocido, asombrarse y curiosear para no ser simplemente un escribidor rápido y artificial. Por eso el autor cita a Byung-Chul Han, uno de los pensadores actuales más importantes, autor de ensayos como La sociedad del cansancio. Hay que rehuir de los moldes y de sacar siempre en portada a los mismos protagonistas o fotografías. Además, la transparencia ahora de moda —otro tema del que habla— no nos asegura saber todo sobre nuestro gobierno o nuestros dirigentes. La sobreinformación puede disfrazarse de transparencia, pero no por ello dejará de ser opaca por su exceso de contenido. A Lladó le ha salido un ensayo lúcido del que me ha sido imposible no recoger varias citas en cada página, pese al pequeño tamaño de estas, y transcribir algunas de ellas aquí, pecando quizás por exceso. Hay algo claro en torno al periodismo y es: “No se puede ser periodista sin estar dispuesto a convivir con el fracaso”. Este libro tan ameno es un bocado delicioso para todo aquel periodista, futuro periodista o simple interesado del tema que quiera adentrarse en un librito sobre ello. |
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