El gato sólo se dejó distraer de su ocupación al cabo de un rato, cuando sonó el teléfono, del que hacía un tiempo se sentía celoso. Cada vez que Qwilleran hablaba por teléfono, Koko le desataba los cordones de los zapatos o mordía el cable del aparato. A veces saltaba sobre la mesa e intentaba apartar el auricular de la oreja de Qwilleran.
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