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Crítica de Eduardo_Irujo


Eduardo_Irujo
05 January 2023
Una saga familiar atípica y la historia de China del s. XX (y su proyección en el pasado). Esto sería una reseña concisa de Los besos de Lenin, de Yan Lianke, novela publicada por Automática Editorial en 2015 (el original en chino se publicó en 2004), con traducción de Belén Cuadra Mora. Pretender resumir así un libro de 600 páginas es una temeridad. Por ello, vamos a in-tentar desentrañar el texto en unas breves pinceladas.Lo primero en que debemos fi jarnos es en el índice. Intentar no buscar respuestas rápidas, dejarnos llevar y especular (espectacularmente). Los números juegan un papel impreciso y discreto –la curiosidad lectora hallará respuesta en las páginas centrales del libro–: «Ya ves, en plena canícula estival cayó una gran nevada que lo cubrió todo de blanco.
que dejó tras de sí un mundo impoluto.Sobra decir que con esta gran nevada que asoló la sierra Balou [...] llegó la tragedia a estos montes y a los aldeanos de Buenavida que habitan en ellos».Ya en las primeras páginas, nos encontramos con una de las características esen-ciales del libro: las descripciones de los personajes, el clima y la naturaleza que re-flejan las historias, temas y acontecimientos que asolan a los habitantes del pueblo. Escrita en dos niveles –la narración de la historia en sí y las acotaciones de pa-labras (y sus usos) junto a explicaciones históricas y culturales–, poco a poco, se va construyendo una novela gigante, que intenta abarcar el panorama de un país inmenso reducido a unos montes donde habitan ciegos, sordos y cojos:«Al saber de una sordomuda, un ciego y un paralítico que vivían en un paraíso sin estrecheces acudieron en masa discapacitados de aldeas y pueblos cercanos, e incluso de otros condados».A través de personas ancianas, tullidas y discapacitadas que conviven en unos montes que les proveen de todo lo necesario, se articula un intento de explicar la historia y el recorrido de la China contemporánea. Entre esta villa de desposeídos, sobresale la figura de Mao Zhi (abuela y matriarca de un clan exclusivo de mujeres), revolucionaria, luchadora y valiente anciana que les guía y aconseja: «Mao Zhi había pasado por todo tipo de avatares en la vida y sus experiencias eran tantas como las briznas de compacta hierba de la ladera».Por otro lado, aparece un astuto y egocéntrico jefe del condado, Liu Yingque. Desde las primeras líneas conocemos el rencor, el menosprecio y las dudas entre ambos personajes:«A continuación, la anciana hundió los labios en las encías medio desdentadas y escupió con furia al jefe del condado en la cara. El restallar del salivazo fue tan estreme-cedor que hizo temblar el denso aire que se respiraba sobre el camino como una gran masa blanquecina que se tambaleara por un impacto».Una relación que vertebra las páginas del libro. Sobre un pequeño pueblo se construye (nunca mejor dicho) la historia global. El jefe del condado busca una salida universal en un mundo globalizado:«Aquí no hay fábricas ni minas, por lo que solo nos queda apostar por el turismo».Y para ello concibe un plan extraño y paradójico. Un mausoleo que se sub-vencionará con los miles de turistas que lleguen a visitarlo. Para su construcción, impone/dispone la creación de una compañía de artes escénicas con las cualidades excepcionales de esos hombres y mujeres maltrechos de las montañas de Balou:«Los discapacitados eran los protagonistas de la compañía y los enteros, personajes secundarios».Las peripecias se suceden mientras la propia narración va dando saltos tem-porales, contando la historia de los personajes principales, sus vicisitudes y cómo
189Los besos de Leninhan llegado al momento presente. Todo ello bañado por un lenguaje y metáforas apabullantes:«Hay quienes han venido al mundo para hacer cosas extraordinarias y quienes viven aguardando el prodigio mientras pasan los días como personas corrientes».Finalmente, tras meses de recorrer todas las provincias de China, la vuelta in-minente con la inauguración del mausoleo. Describe de manera magistral lo que supone el turismo de masas sobre espacios naturales. Y el impacto -físico y mental- sobre los protagonistas de una aventura, en una metáfora que abarca todo el libro y que nos habla de lo individual y lo colectivo, el bien común, la solidaridad y sus múltiples formas cuando aparecen el dinero, el egoísmo y el individualismo atroz. O, también, cuando otros -a los cuales se considera de menor valor o capacidad- sobresalen y triunfan. La envidia, la avaricia y la violencia aparecen de manera des-carnada y nos ponen delante de un espejo incómodo y doloroso.En definitiva, nos encontramos ante un libro de lectura sosegada, con libreta y lápiz, paciencia, valor y, sobre todo, visión de conjunto:
«El aire olía al agua salada de las lágrimas».
Enlace: https://guztariz.journals.pu..
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