¿Era justo que él intercambiara su felicidad por la suya? Tragó de nuevo saliva. Esta vez le supo a un veneno ardiente al paso por su garganta.
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¿Era justo que él intercambiara su felicidad por la suya? Tragó de nuevo saliva. Esta vez le supo a un veneno ardiente al paso por su garganta.
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A don Leandro le habían enseñado desde pequeño a saber tratar con gente de poder. Políticos, jueces, banqueros. A todos conocía y a todos halagaba, y siempre fue el objetivo de su vida conseguir que la mayoría de ellos le debiera favores. Así es como había conseguido por el momento tener a Alberto donde le tenía. Tenía muy buena planta, y había conseguido enseñarle a ser un líder, a pesar de que como estudiante y trabajador era un auténtico desastre. Le gustaban la fiesta y la buena vida, pero no el sacrificio para llegar a ellos. Don Leandro sabía que era culpa suya y el exceso de mimo. Consecuencias de ser padre tardío de un hijo único, solía repetirse.
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Alba comprobó que estaban solos. Sabía que Alberto tenía muchos padrinos y estaba protegido. Se notaba que en la vida siempre había ido con total impunidad. Pensó en sus posibilidades si denunciaba aquel intento de acoso, y decidió que no merecería la pena. Nadie la creería.
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Olía a verano y barbacoa, a jardín y a piscina, y sobre todo, olía a familia, a amigos y a risas. Con pena Laura se percató de que ese olor era un olor antiguo, un olor que difícilmente volvería alguna vez.
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Eran dos miradas desesperadas. Dos miradas de vidas tiradas por la borda. Dos miradas de quiero pero no puedo. Dos miradas llenas de decisiones equivocadas y vitalidad mal interpretada. Dos miradas de padres desesperados, dos padres luchando por sus hijos. Eran dos miradas que no querían estar allí.
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¿Quién es el autor/la autora de Episodios Nacionales?