Matar a un ruiseñor

Qué complicado se me hace reseñar un libro que no ha sido lo que esperaba pero porque tenía una idea muy equivocada sobre él. Me explico.

No había visto la adaptación y lo único que sabía de este libro es que era considerado un clásico moderno que iba sobre un abogado que defendía a una persona de color en un juicio, cuando no ser blanco estaba peor visto de lo que está ahora. Así que cogí el libro pensando que iba a ir sobre un juicio y claro, el juicio ocurre prácticamente en el último tercio de la novela.

¿Qué es Matar un ruiseñor entonces? Es el relato de una niña, sobre cómo era vivir en un pueblo pequeño del Sur de América en los años treinta. Vemos desde su mirada inocente, y algo marisabidilla en un principio, los prejuicios que tenía esa sociedad en cuestiones de raza y clase social. Conocemos a Atticus, su padre, y para mí el auténtico protagonista de la novela.

Atticus cría a sus dos hijos de una manera preciosa, con respeto, confianza, dejándolos cometer errores y enseñándoles a asumir las consecuencias de sus actos. Es una persona muy especial que cree en la justicia y en la igualdad, e intenta inculcarle esos valores a sus hijos.

Es un libro que aún hoy en día está de actualidad, que aún hoy sigue haciéndonos reflexionar. Me recordó un poco a la sensación que me dejó El niño con el pijama de rayas, en el sentido de que ves los horrores a través de una mirada inocente, que no entiende por qué se castiga a alguien por ser diferente. Tiene ese velo de inocencia que choca con la crudeza de la realidad.

Me costó entrar en la historia porque, cómo os he dicho, esperaba que fuera diferente, pero una vez le cogí el punto lo disfruté bastante. No se cuela dentro de mis favoritos, pero sí que me alegro de haberlo leído. Ahora ¡a por la adaptación!