Matar a un ruiseñor

Matar a un ruiseñor está ambientada en los años 30 en Maycomb, un pueblo de Alabama en el que vive, junto a su padre y su hermano mayor, una niña llamada Scout Finch, que será la narradora de esta historia.

Desde el punto de vista de Scout y con esa manera de ver las cosas que tienen los niños, conoceremos a su familia, sus vecinos y todo lo que rodea a esta pequeña niña.
Y así, poco a poco, iremos descubriendo el racismo, la desigualdad de clases y la segregación racial de la época, los principales acontecimientos del barrio y, sobre todo, a la familia Finch.
Lo que nos permitirá conocer mejor a Scout y a su entorno. Especialmente a su hermano Jem y a su padre, Atticus, un hombre con unos valores y una forma de pensar que contrastan con los de la mayoría de la sociedad de esa época, lo que le llevará a convertirse en el abogado defensor de un hombre negro acusado de violar a una chica blanca.

Aunque el juicio es una parte fundamental de la historia y el desencadenante de hechos importantes, la novela cuenta mucho más. Y antes de llegar al momento del juicio habla de la infancia de Scout, de cómo ve ella el mundo que la rodea, a su familia, a sus vecinos y amigos. Y aunque esto hace que la historia avance lentamente, también la hace más entrañable y nos permite conocer mejor a los personajes y la sociedad de la época.

En definitiva, Matar a un ruiseñor es una novela interesante pero de ritmo pausado, que habla de racismo, principios, desigualdad social, y que muestra lo mejor y peor de la sociedad a través del inocente punto de vista de una niña. Lo que hace que la narración sea sencilla y le da un toque entrañable y de inocencia a la historia.
Además, tiene un final que,sin ser espectacular o especialmente impactante, me gustó y me dejó muy buen sabor de boca.
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