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LLUVIA FINA LUIS LANDERO Dicen en Tusquets que es el libro más trepidante del autor. Mi opinión es todo lo contrario, cualquier calificativo, menos trepidante. Esta es una novela dialogal, que en unos pocos días de conversaciones telefónicas, se va tejiendo la trama. Aunque al principio a mí me parece una novela muy lineal, sin trama central y tardamos mucho en saber hacia dónde va. Por esto es, que más que trepidante, como afirma la editorial, yo creo que es algo aburrida. Es verdad que yo pienso que Landero escribe muy bonito y que tiene un manejo de las palabras enorme y desorbitado. Leí que él se define con artesano de la palabra y que escribir, para él, es artesanía del día a día. Y de esta forma nos cuenta la historia de una familia en proceso de descomposición. Acumulan tanto rencor, tienen tantos demonios escondidos y hay tanta oscuridad en ellos, que se ha dicho de esta novela también, que Landero es nuestro Dostoievski. En este tipo de historias cada detalle es importante, no hay que perder la voz del narrador, porque es la voz de los personajes y se cuenta desde el centro de la familia hacia fuera: ¿Quién dice qué cosa?, ¿Cuánta red de mentiras hay? Y ¿Cuánta perversión se esconde detrás de cada uno de ellos? Porque la memoria, con los años transfigura los recuerdos. Para mí es una novela que habla de la falta de empatía familiar, de la imposibilidad de reconocernos en el otro, estamos tan ensimismados en nosotros, en nuestro universo particular, que no somos capaces de ver al otro y de ver que también siente. El tratamiento de los personajes me trae a la memoria varias novelas, La familia de Pascual Duarte, o Teresa de Rosa Chacel. Con la madre, pienso en una Bernarda Alba inflexible, personaje ambiguo que no tiene voz, que impone su visión tóxica de la realidad a sus tres hijos. Gabriel, el mimado de su madre y objeto de los celos de sus hermanas, pero su falta de éxito, lo convierte en un ser simple. Andrea y Sonia, que según sus relatos, han pagado con creces esa necesidad de supervivencia que les impuso la madre, porque lo demás carecía de importancia. Horacio, el cuñado, que en el penúltimo capítulo se le descubre como un auténtico psicópata, un aborrecible hombrecillo capaz de los mayores ultrajes. Y por último la protagonista, Aurora, la nuera, la cuñada, la esposa, la madre, compendio de todas las virtudes, con la que todos cuentan para ser su confesora, el hombro en el que llorar, pero… y esto se repite en la novela: “sabe con certeza que los relatos no son inocentes, no del todo inocentes, y que no es verdad que a las palabras se las lleve tan fácilmente el viento. No es verdad. Todo cuanto se dice queda ya dicho para siempre, y solo con la muerte se consuma por completo el olvido y se logra el silencio y, con él, la paz definitiva” Landero llega a un final que pasa casi desapercibido, porque Aurora escucha y no juzga ese infierno verbal, esa cantidad de mensajes que tiene en el teléfono y ella quiere paz y silencio. Pues yo creo que sí que tenemos que juzgar a Aurora con este final, porque huye de su realidad con ¿valentía, o todo lo contrario? |
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