Memeceno

Ser un meme significa que te conocen. Que te conozcan significa que pueden juzgarte. Que te juzguen significa que su opinión tendrá importancia para quienes aún están por descubrirte. Dios mío, amor, ¡es que no sirvo para ser vista! ¡Qué miedo! ¡Es terrorífico!

La pandemia quizás convirtió los memes en la forma de entretenimiento por excelencia durante los meses de confinamiento, pero esto también generó un efecto túnel: la sensación de que nada nos sorprende ya y de que la vida se ha convertido en un «scroll down» constante; un continuo deslizar el dedo por la pantalla en búsqueda de una novedad que nunca llega.

Como si fuéramos marquesinas andantes de nuestro propio trabajo, las personas nos convertimos cada vez más en marcas. Dentro, pero también fuera de la esfera digital. A su vez, la marcas cada vez se convirtieron más en personas... Con el privilegio de que podrían y pueden limitarse a ser personas solamente en internet. Y eso es terrorífico.

Si memes y dinero se han complementado tan bien, quizá sea precisamente porque en el dinero mismo se fundamenta en características esenciales de los memes.

La historia del meme es la de una microcultura que poco a poco fue volviéndose cada vez más sumisa a las leyes del mercado.

Para algunos, internet siempre había sido así y no tenía sentido tomar en serio nada de lo que ocurría dentro. Sin excepciones. O lo pillabas o era mejor que te fueras a otro lado, porque eras demasiado sensible o, peor aún, demasiado estúpido para entender que, más allá de la literalidad, podía existir una sátira de la realidad en la que gente que no comulgaba con el «status quo» transgrediera las normas de lo políticamente correcto.

De repente las grandes multinacionales descubrieron que en el mundo digital estábamos inmersos en otra economía más, la de la atención, y ser el que más despunta entre miles de usuarios que quieren despuntar se convirtió en la norma.

El conspiranoico culpa a personas concretas de los males del mundo mientras exime de responsabilidad al sistema impersonal de relaciones socioeconómicas existentes.

En un momento en el que el turbocapitalismo nos empuja a un consumo masivo de contenido, el shitposting puede ser una forma de acaparar atención para crear espacios de comunidad y transmitir mensajes que llamen al cuestionamiento del statu quo.