Pudiera ser que Don Miguel Delibes se inspirara en esta novela para escribir «Los santos inocentes», así son de parecidos los fondos de ambas novelas, aunque ni los personajes ni el momento histórico tengan nada que ver, y, comparándolas, creo que la del escritor español es muy superior en todos los aspectos. Aquí nos encontramos en la Budapest de principios de siglo, acaba de terminar la PGM y el ambiente político es inestable. Tras la invasión rumana que acabó con el estado comunista recién establecido en Hungría, las clases acomodadas restablecieron sus prerrogativas. Este es el caso de Kornél Vizy, un burócrata que vuelve a su interrumpida carrera política mientras la principal preocupación de su indolente mujer es conseguir una criada honrada y trabajadora. El problema es que no quiere una criada sino una esclava que dedique su vida a servirles sin recibir mucho a cambio. En esto aparece Édes Anna (Dulce Anna), una pobre campesina adolescente que parece ser la sirvienta ideal. “Se levantaba a las cuatro y media de la mañana y nunca se acostaba antes de haber terminado las faenas del día. No se mostraba insolente con su ama, nunca ponía mala cara.” La relación entre amos y criada es exactamente la misma que se describe en la novela de Delibes. Para los señores, los criados son propiedades de las que pueden disponer para todo, insisto en lo de para todo, y en la forma y momento que deseen, circunstancia de la que se enorgullecen y hasta les sirve de motivo de burla en las veladas con sus amistades. Lo entienden así en el convencimiento de que: “… son otra clase de personas. No son como nosotros. Su estómago es diferente, y también su alma. Son criadas, quieren seguir siéndolo, y así nos exigen que las consideremos” Piensan que nacieron para ello, que sin las órdenes y el trabajo que se les ofrece no sabrían que hacer. Pensamientos que se confirman en la persona de la santa inocente Anna: “El tiempo libre, infinito (un domingo de cada dos, de 4 a 7), le producía un sentimientos de insensatez”. En su desvarío llega a creer que forma parte de la familia (de la que está muy necesitada pues la miseria y necesidades de la suya hacía imposible una relación sana y estrecha), se identifica con ellos, se alegra de sus logros de los que se enorgullece delante de otras criadas. “Se alegraba de la compra de una nueva cuchara de madera. Llamaba al colador «nuestro colador», al sacacorchos «nuestro sacacorchos», y siempre resultaba más bonito que el de los vecinos.” La novela, la última que escribió el escritor, se lee con suma facilidad, su estilo es sencillo, irónico, y su argumento es intachable, pero no he disfrutado en la medida que su historia podría augurar. Según he podido leer, no está la novela entre lo mejor de sus producción, aunque es de lectura obligatoria en su país y tenida como un clásico de su literatura. Espero que ustedes consigan disfrutarla más. + Leer más |