Momoko y la gata

Quien ha compartido su vida con un gato sabe de su elegancia, testarudez, independencia y de la sutil indiferencia con que tratan a los humanos. Pero también sabrán que una de las cosas más agradables y hermosas es tener la oportunidad, si te dejan, de contemplarlos bien cerca mientras su ronroneo te acuna.
Momoko si lo sabe. Es más, ella está convencida de que su gata Lala puede sustituir la figura materna que nunca ha tenido, y la relación entre ambas excede lo humanamente "racional". Momoko es la hija de un artista (Goro Kawakubo) a la que tiene que cuidar, mientras él está ausente, una muchacha provinciana de nombre Masayo, al principio más interesada en el padre de la criatura y las clases de pintura que le ha prometido éste, que en la niña en cuestión. Sin embargo, hay en ella un candor y un aura misteriosa que pronto la seducirán, y le llevarán a cometer un error que lamentará el resto de su vida.
La historia está llena de tópicos: alumna enamorada de su profesor, profesor joven y atractivo, viudo con éxito entre las mujeres y padre de una niña con problemas de adaptación social, irrupción de una amante que pretende convertirse en la nueva madrastra, celos, envidia, amor, muerte...nada nuevo. Sin embargo, la historia promete contar algo que ignoramos (hasta el final) y esa es una de sus mejores bazas. La otra es el comienzo, un retorno al pasado muy utilizado en las películas de cine negro americano.
A pesar de ser tremendamente previsible, la historia está contada de un modo (esto es típicamente japonés, y por lo que a mi me apasiona esta literatura) desasosegante, tan distante, que el ambiente creado rezuma malestar, incomodidad, incluso crueldad. La resolución, insisto en su previsibilidad, no resulta impactante pero si turbadora. Muy recomendable a pesar de todo.