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Yo llevaba un demonio en mi interior, como le ocurre a mucha gente. Era una mujer que podía fingir que no había visto lo que había visto.
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Yo llevaba un demonio en mi interior, como le ocurre a mucha gente. Era una mujer que podía fingir que no había visto lo que había visto.
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No es fácil explicar por qué una chica de tan solo veinte años sentía tantas ganas de compartir su cariño con una niña. Cierto es que suspiraba por Gorō Kawakubo y estaba empezando a enamorarme de él. Pero no era mi intención ganarme a Momoko para buscarme el afecto de su padre. Ni a alguien como yo se le ocurriría pensar que, haciéndolo, conseguiría que Gorō se fijara en mí. Yo quería a Momoko, sin más. Adoraba a esa niña solitaria que jugaba con Lala en los trigales.
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Ella solo jugaba con su gata. Cerca de Lala siempre se encontraba necesariamente Momoko y donde estaba Momoko siempre se veía el cuerpo suave y blanco de Lala.
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Donde estaba Momoko siempre se veía el cuerpo suave y blanco de Lala. Sí: parecían una solitaria pareja de pajarillos. Eran como dos tristes vidas que se hubieran quedado a solas en la Tierra tras sobrevivir a la destrucción del planeta y a la extinción de la humanidad.
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"Yo llevaba un demonio en mi interior, como le ocurre a mucha gente. Era una mujer que podía fingir que no había visto lo que había visto."
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Calamar Gigante