La cena

Hasta poco antes del final el libro es de esos que te da rabia tener que dejar de leer. al final terminó siendo uno que te da rabia haber leído. La razón del cambio: un final cobarde.

El relato tiene mucha fuerza, eso es indiscutible, el narrador es un impresentable, con un trastorno de superioridad (o de inferioridad, nunca he sabido si no son en el fondo lo mismo), racista y clasista, con una aversión patológica hacia la debilidad de los demás, pero sin complejos, directo, crudo. Uno siente una intranquilidad desconcertante durante todo el relato, te pone de los nervios la impudicia de sus opiniones y argumentaciones, quizás porque te enfrenta a pensamientos que alguna vez han pasado por tu cabeza, los hayas después descartado o no. Temas como la pena de muerte, el aborto, la solidaridad con los supuestamente débiles o indeseables, la impiedad hacia los posibles hijos con taras, temas que la novela solo enuncia, pero que te golpean y te remueven por dentro, temas de muy difícil solución moral.

Y sin embargo, al final, lo más enervante de todo es esa justificación, esa fácil y cobarde excusa al terrible hecho cometido, punto central de todo lo narrado. Una cobardía mucho más llamativa después de vérnoslas con Claire y su atroz falta de piedad o el planteamiento sin medias tintas de algo que muchos piensan y callan, tan de moda hoy en día en el tema de las mujeres pero extensible a cualquier otro problema social, que es esa idea de que las víctimas en el fondo se lo merecen, de que no son del todo inocentes.

No sé si esto es o no es literatura, pero la estructura del libro, el estilo seco, directo, se amolda perfectamente a lo narrado. Pena de esa fallida guarnición del segundo plato de la cena, por lo demás, tan políticamente incorrecta, aunque para muchos será un descanso, una salida a lo atroz que es toda la novela, impactante por encima de todo.