Joyland

“¿Que qué hice en Joyland aquel verano? de todo. Vendí entradas. Empujé un carrito de palomitas. Vendí tortitas, algodón de azúcar y un trillón de perritos calientes (que llamábamos Hound Dogs, como puede que hayas imaginado).” ~ Joyland de Stephen King.

Devin Jones trabaja durante un verano en Joyland, un pequeño parque de atracciones, diríamos con toque familiar. Una de las atracciones es la Casa de los Horrores donde hace años fue asesinada una joven de la que dicen que su fantasma se aparece de vez en cuando así que la gran aspiración de Jones es poder verla. Y como el que espera desespera mientras vive su vida en Joyland y nos cuenta en primera persona su verano hasta ese final que me ha arrancado alguna lagrimita. Sí, señores, el señor King “rey del terror” (ejem) también consigue esas cosas conmigo.

Os diré que la primera mitad del libro se me ha hecho un poco pesada y lenta. Sé que había que presentar el contexto pero yo esperaba fantasmas y cosas de esas y no tanto parque de atracciones. Pero a partir de la mitad (más o menos) la historia comenzó a subir como una montaña rusa. Me hubiese gustado más de esa historia del final en la que nos presenta a Mike, un niño en una silla de ruedas por una enfermedad que es una sentencia de muerte, y a su madre.

Un aspecto a resaltar es el crecimiento personal de Devin a lo largo de ese verano, como pasa de ser casi un niño dolido con el corazón roto a un adulto con ideas propias y más seguro. Quizá ese fue el “verano” de Devin de la misma forma que todos hemos tenido nuestro propio “verano”.

¿Lo recomiendo? Sí, es King escribiendo y aunque la primera parte se me haya hecho lenta es una maravilla como escribe y te va metiendo en ese mundo de feria. ¿Terror? En absoluto. Es una novela en la que no vas a pasar miedo en ningún momento.